Un mal día para los amigos de lo ajeno
La policía que controlaba los piquetes detuvo a dos cacos con una caja registradora en San FernandoLa ausencia de anestesistas puso en peligro una operación de transplante de córnea en el hospital de Jerez
Actualizado: GuardarEl de ayer fue un mal día para robar. Dos hombres se quisieron llevar la caja registradora de un bar de San Fernando en plena madrugada del 29-S. Con las ciudades vigiladas estrechamente por agentes ante los movimientos de los piquetes, el golpe resultó fallido. Por otro lado, una señora tuvo que esperar ingresada en el Hospital de Jerez hasta la tarde para ser sometida a un transplante de córnea que llevaba dos años esperando. La jornada también estuvo marcada por la anécdota de los hoteles del Novo Sancti Petri, donde 'invitaron' a los clientes a limpiar ellos mismos sus habitaciones.
Pese a que lograron forzar la entrada del establecimiento, situado en la isleña avenida Reyes Católicos, y llevarse a cuesta la caja registradora, los cacos no pudieron pasar desapercibidos para un policía que trabajaba esa noche de paisano con el objetivo de controlar los piquetes. Francisco José L. S, de 29 años, y José Luis L. G, de 37, fueron interceptados cuando huían en un ciclomotor con la caja encima.
En Jerez, tras esperar ingresada durante todo el día, una paciente de 75 años fue enviada a casa porque no se le podía practicar la operación de transplante de córnea por ausencia de anestesistas. Según los familiares -que interpusieron la correspondiente reclamación en el centro sanitario- el médico les informó de que tampoco ayer se realizaría la intervención debido a la huelga y que hoy jueves ya sería demasiado tarde porque el órgano no se puede utilizar pasada una semana después de la donación. «Llevamos dos años esperando las córneas y nos dijeron que se tiraban a la basura». Pero la situación cambió a mediodía cuando la paciente recibió una llamada del hospital para ingresar en ese mismo momento ya que habían localizado a un anestesista dispuesto a trabajar y era posible practicar el trasplante a las siete de la tarde de ayer. Por otro lado, en la la estación de autobuses, los piquetes informativos, en un gesto de comprensión, permitieron a primera hora de la mañana la salida de un vehículo con destino a Málaga en el que viajaba una persona para visitar a su madre, gravemente enferma. En la plaza del Arenal, cuando el mismo piquete estaba empezando su peregrinación por el centro de Jerez se oyeron algunos petardos que desagradaron a más de un viandante y un señor se acercó a la Policía para denunciar que a su hijo pequeño le había dado una taquicardia.
En Chiclana, las protestas de madrugada se centraron en los hoteles de Novo Sancti Petri. En algunos establecimientos de lujo se estableció el 'día del cliente-colaborador', con la idea de que fueran los propios huéspedes los que se encargaran de las tareas que normalmente realizan los empleados. Por otro lado, muchos de los camareros y el personal de limpieza de habitaciones de los grandes hoteles de cuatro y cinco estrellas tuvieron que entrar a sus puestos de trabajo camuflados o a escondidas para evitar los piquetes.
Clientes atrapados
La Guardia Civil también tuvo su hueco en el anecdotario de la huelga, cuando uno de los sindicalistas chiclaneros habló con un mando para quejarse de que había demasiados agentes vigilándolos. Otro compañero le reprendió con un comentario: «No le digas nada. Ellos trabajan mucho y cobran muy poco». Los trabajadores del supermercado Mercadona, de La Longuera, estaban pendientes de la llegada de los piquetes y cuando observaron que el grupo se acercaba, lanzando consignas contra la apertura del establecimiento, cerraron rápidamente las persianas sin percatarse de que dentro quedaron atrapados varios clientes.
En otro establecimiento de la misma cadena, en Puerto Real, los que sí supieron salvar el susto fueron los miembros del piquete que se introdujeron en el mismo. Mientras franqueaban una de las puertas, desconocían que por la otra se adentraban los antidisturbios. Su respuesta al descubrirlos demostró reflejos: «¡Nada, aquí venimos a comprar!», soltaron antes de conseguir que efectivamente se cerrara el establecimiento.
En la factoría de Navantia, también en este municipio, fueron tan escrupulosos que se hicieron con una lista personalizada de quienes debían cumplir los servicios mínimos, con la que iban identificando a todo aquel que tenía que cruzar la barrera humana.