LOS AUSTEROS
Actualizado: GuardarHubo un tiempo, ya perdido en la noche de los tiempos, que siempre estuvo mal iluminada, en el que se pretendía que todos los españoles fueran «mitad monjes, mitad soldados». Dos cosas para las que se requiere una vocación muy especificada. Ahora a lo que se aspira, si bien a la fuerza, es que seamos mitad pobres, mitad desharrapados. Quizá se salven los de siempre: algunos negociantes sin escrúpulos, perdón por la redundancia, algunos deportistas de fortuna y otros aristócratas. Los demás, en cierta medida, todos vamos a tener que practicar la virtud encomiable de la austeridad.
No estamos entrenados. Más bien teníamos hábitos divergentes y es bastante arduo eso de adaptarse a vivir con menos, ya que se le saca un inferior partido a la vida, que siempre es breve, pero se hace más larga. Lo que suele llevarse con gran entereza son las subidas de sueldo. Pensamos que Dios nos dará la conformidad necesaria para que seamos capaces de adaptarnos a vivir gastando un poco más. ¿Por qué la austeridad goza de tan buena fama? Quizá los que ensalzan sus costumbres hablan de oídas. El concepto de austeridad implica mortificación de los sentidos y pasiones. Los filósofos estoicos decían eso de «soporta y abstente», lo que si bien se entiende equivale a decir date por jodido. Creían que lo que da valor a una vida son las tentaciones a las que hemos querido ceder. El meritorio linaje tiene pocos continuadores y entre nosotros abundan más lo que han llegado a ser unos virtuosos de sus vicios.
Los nuevos presupuestos de 2011, ya que no pueden ser otra cosa, son muy austeros, aunque insuficientes para luchar contra la crisis. Cualquier cosa menos capitular. Hay que resistir, no para vencer, sino para perder con dignidad. El pueblo español sí está entrenado para eso y no le pilla de sorpresa. Aunque le pille en calzoncillos.