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La semana más larga de la candidata de Lula
La ventaja de Rousseff se reduce en el último tramo de la campaña brasileña, lo que permite a Serra soñar con una segunda vuelta
Actualizado: GuardarEn la recta final de la campaña para las elecciones presidenciales de Brasil que se celebran el próximo domingo, una leve caída en las encuestas de la favorita, Dilma Rousseff, ha permitido a la oposición ilusionarse con una segunda vuelta. No obstante, la amplia ventaja que consiguió la candidata del presidente Luiz Inacio Lula da Silva parece ya consolidada.
Gracias sobre todo a la popularidad de Lula, Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), contaba con un 51% de apoyos en la encuesta de Vox Populi, pero cayó dos puntos porcentuales (49%) en el último sondeo, realizado por Datafolha. Ese descenso puede costarle el triunfo en la primera vuelta que parecía asegurado hace dos semanas. Si el próximo 3 de octubre no consigue sumar el 50% más uno de los votos, Rousseff deberá competir en unas segunda y definitiva ronda.
Su máximo contrincante es José Serra, ex alcalde de Sao Paulo y antiguo gobernador del estado del mismo nombre, que es abanderado del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). Serra contaba con el 24% de los respaldos en el sondeo de Vox Populi, pero en el más reciente de Datafolha subió hasta el 27%-28%. La brecha con Rousseff se redujo, algo que ha llevado el entusiasmo a sus seguidores.
Los asesores del segundo favorito están convencidos de que el último escándalo de corrupción que ha salpicado al Gobierno de Lula y que costó el cargo nada menos que a la jefa de la Casa Civil -una suerte de jefa de Gabinete-, Erenice Guerra, y a otros tres funcionarios, restará apoyos a Rousseff y la forzarán a acudir a una segunda ronda.
Guerra, que reemplazó a Rousseff en marzo en el puesto de mayor confianza de Lula, renunció a mediados de este mes, a raíz de una denuncia del semanario 'Veja', en el que se acusaba a su hijo y asesor de tráfico de influencias para conseguir contratos millonarios de empresas privadas con el Estado. La ex funcionaria dijo ser inocente, pero consciente del daño que podía causar a la campaña, puso su cargo a disposición del Ejecutivo. Rousseff defendió en principio a Guerra, que había trabajado con ella cuando estaba a cargo de la Casa Civil. Pero al advertir el impacto que el escándalo tenía en la campaña marcó distancias.
Marcar distancias
El presidente asumió lo sucedido con su estrecha colaboradora de una manera que contribuyó poco a reforzar la posición de su elegida para sucederle. Acusó a la prensa de inventar mentiras, de alentar el odio y el fracaso de su gestión, y prometió «derrotar a diarios y revistas que se comportan como partidos políticos» de cara a los comicios. No obstante, Lula procuró más tarde volver sobre sus pasos. «Lo que sucedió con Erenice es que desechó una extraordinaria oportunidad de ser una gran funcionaria pública de este país», declaró en lo que casi se interpretó como una acusación contra la ex colaboradora.
Queda una semana que puede ser clave para decidir si habrá que esperar hasta el 31 de octubre para saber quién será el nuevo presidente de Brasil.