PAISAJE ANTES DE LA TORMENTA
Actualizado: GuardarBajo los ojos del puente viejo de La Cartuja, uno de los 'tapones' que el pasado invierno provocó el desborde del Guadalete, se alinean los troncos cortados de 300 eucaliptos. La delegación de Medio Ambiente de la Junta comenzó hace unos días la tala de los árboles que habían invadido el cauce del río. Se da por hecho que la retirada exhaustiva de la vegetación y la extracción de 25.0000 metros cúbicos de sedimentos y lodo servirá para facilitar el paso a la corriente y minimizar las consecuencias desastrosas de otra gran crecida. Los vecinos contemplan las labores con una mezcla de escepticismo y desconfianza. No es que en Las Pachecas piensen que la medida es mala. Es que «por sí sola no sirve».
Las autoridades competentes saben que las inundaciones en la provincia, con sus estampas angustiosas y surrealistas (cultivos perdidos, animales muertos, coches flotando), coparon demasiados titulares, provocaron demasiado dolor y proyectaron a toda España una imagen caótica de la región. En el reparto de las responsabilidades, ayuntamientos y Junta no están solos: construcciones ilegales, vecinos que ignoran por sistema el concepto de 'zona inundable' y una situación climatológica excepcionalmente adversa terminaron por sembrar el desconcierto. En cualquier caso, finiquitado el verano, al primer chirmiri, muchos de los afectados de El Portal, La Ina o La Greduela (que protagonizaron los peores momentos de las inundaciones del pasado año, junto con Chiclana y El Puerto) vuelven a mirar al cielo y a preguntarse: ¿Puede pasar otra vez lo mismo? La respuesta, a tenor del estado embrionario de las actuaciones y de la opinión de técnicos y ecologistas, está clara: Puede. No va a depender de lo que ha hecho el hombre. Si no de lo que quiera hacer el clima.
La propia delegada de Medio Ambiente, Silvia López, insiste cada vez que tiene ocasión en que «las inundaciones volverán a repetirse, porque forman parte del ciclo vital del río». Y recalca: «Es bueno para la tierra y para los cultivos. De lo que se trata es de que, tras unos días, el agua vuelva a su cauce natural y no cause los daños que otras veces ha provocado». ¿Qué ha hecho su delegación para lograr ese objetivo?
En mayo se celebró un seminario donde expertos en la materia propusieron todo tipo de soluciones y analizaron su viabilidad técnica, económica y medioambiental. Entre los especialistas participantes destaca Marta González del Tánago, principal artífice de las estrategias nacional y andaluza sobre ríos. Una de las primeras conclusiones a las que llegó el 'comité de sabios' es que las inundaciones producidas habían afectado a la que ya estaba considerada como zona inundable del cauce, pero que la dificultad de desagüe que representaban algunas infraestructuras había provocado que el agua no retornara de forma rápida, por lo que se ha pedido a las administraciones locales que despejen las vías de evacuación existentes.
También se consideró que la eliminación de vegetación mejoraría la capacidad del Guadalete y haría descender unos 30 centímetros la lámina de agua.El criterio de los expertos vio también aconsejable no ejecutar las motas diseñadas para el azud de El Portal. Si bien la infraestructura no implica problemas de contención, (tiene compuertas practicables para el caso de que se produzcan crecidas extraordinarias), las motas sí hubieran dificultado la bajada de las aguas de lluvia. Para evitarlo, el proyecto comprendía la colocación de puntos de bombeo, que precisan de un mantenimiento continuado y costoso. Por ese motivo se adoptó la decisión de no ejecutar las motas.
En cualquier caso, todas estas actuaciones (menos la de la limpieza de uno de los tramos) se desarrollarán «en el futuro».
Viviendas ilegales
La existencia de viviendas en zonas 'peligrosas' es otro de los factores claves. La Agencia Andaluza del Agua ha pedido la colaboración de los ayuntamientos para dejar libre la vega de inundación a través de la planificación urbanística. África Becerra, delegada de Medio Ambiente del Consistorio jerezano, recuerda que «ahora mismo se están construyendo nuevas viviendas en El Portal, y se está dando a los vecinos la posibilidad de que se realojen allí». Becerra admite que su administración «no puede obligar a nadie a que se vaya de su casa», pero insiste en que estas personas deben ser conscientes de que «viven sobre el propio cauce del río; no podemos evitar las inundaciones y, más tarde o más temprano, van a volver a ocurrir».
Agustín García Lázaro, de Ecologistas en Acción, comparte la opinión de la mayor parte de los afectados. «Es positivo que se limpie esa zona del río, que se actúe sobre la maleza y la colmatación. Pero la medida es insuficiente. Hay que proyectar un paquete de actuaciones que parecen considerarse menores, pero que ayudarían a paliar un posible desborde: elevar la zona inundable del tablero de La Ina, reparar la carretera de El Portal, o darle una solución definitiva al futuro azud: ya sabemos que no se construirán nuevas motas, pero las que hay son inútiles».
De todas formas, la operación está, a priori, limitada. Silvia López, en su última visita a la zona, aportó «un dato significativo»: «Por cada margen del río se han perdido tres hectáreas que no vamos a poder recuperar porque hay una autovía y una autopista que antes no existían».
El invierno se acerca y la suerte, pase lo que pase, está echada.