Sociedad

Una de Torrestrella imponente

Un bravo sexto de corrida, una llamativa seriedad general y toros de mucho tragar para ser final de temporada

LOGROÑO. Actualizado: Guardar
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El toro más bravo de la corrida de Torrestrella fue el último. De imponente lámina porque los toros montados y ensillados imponen más. Estaba muy armado. La bravura se cantó de salida y en la forma de tomar los engaños y perseguir. El Fandi pretendió soltarlo con un recorte, no consintió el toro, perdió pie el torero y estuvo a punto de producirse un percance. En una dura primera vara apretó de firme el toro, que atacó en banderillas con pies, brío y alegría. Se lo puso caro a El Fandi en un segundo par de poder a poder.

No le pudo El Fandi al toro, sino que ya en siete muletazos de tanteo el toro pasó a ser dueño del combate. Los recursos, las facultades y el oficio, acartonada la muleta en pases de tirón, le bastaron a Fandila para sortear y esgrimir los impulsos del toro. El Fandi no tragó. Tal vez no se esperara tanto toro. O se arrepentiría de no haberle hecho cobrar una segunda vara en regla. Antes de desbordarse la cosa, El Fandi, en gesto de renuncia, se vino a la barrera a cambiar la espada de madera por la de acero. Y donde cayera, bastó una estocada.

Se arrastró el toro sin el menor reconocimiento. Este sexto torrestrella, bien lucido, es probable que tuviera esa gota de sangre Núñez que tantas veces salta como a chispazos en la ganadería. Fue llamativa su elasticidad. Se movía con agresivo acento. Pero fijo en el engaño. Si se trata de hacer relación de toros importantes, ahí queda Salmonete.

Igual que la de Cuvillo del pasado martes, la corrida de Torrestrella vino a Logroño abierta de líneas y hechuras. No tanto. Pero no poco. Un quinto toro colorado entró en lote con el mejor rematado de los seis, un segundo bonito de ver y que se portó más que bien. Un puyazo trasero se dejó sentir pero no más de lo debido. El toro atacó en banderillas, fue pronto, pesó en todos los viajes y, si no llega a saltar ese sexto de tanto corazón, habría puntuado más que ninguno. El Cid, vertical en lances despegados, y seguro pero no encajado, anduvo fresco, cauto y dispuesto con ese segundo. Tardó en tomarle la medida y el pulso, se decidió a salirse de rayas afuera, que es lo que el toro quería, a vaciarlo en medios muletazos y a tomar aire en largas pausas. Un desplante de rodillas no demasiado convencido a última hora calentó la cosa. Dos pinchazos, y del segundo salió perseguido El Cid, y una estocada contraria y caída, y muy rara.

El ofensivo sexto se emparejó a la hora de enlotar con un tercero serio pero menos. A este le cortó El Fandi una oreja que recompensó sus afanes de capa y muleta, y no tuvo en cuenta un bajonazo. En circulares invertidos y en molinetes del repertorio popular estuvo más a gusto. Y la gente también.

De manera que el torero menos afortunado en el reparto de toros fue Diego Urdiales, que toreaba por segunda vez y por méritos propios en la feria. El primero de Torrestrella, que tuvo su son de partida y hasta metió de cabeza en el callejón a un banderillero, fue toro a menos, hizo amago de rajarse y tuvo aire distraído. Diego le pegó muchas voces, pero aguantó firme cuando el toro se puso trabajoso. Faena que no prosperó. Una estocada que hizo guardia al toro fue lance desafortunado. El cuarto, que se metió bajo el peto de uno de esos caballos tan bien vestidos de la cuadra de Alain Bonijol y lo volcó, enterró pitones, tuvo su punto distraído y no salió sencillo. Fatigoso trabajo de Diego. Aunque el ambiente estaba con él, parecía pesarle como doble responsabilidad. Un pinchazo y una estocada caída con vómito. No estaba la tarde a espadas, también El Cid cazó al tercer intento al quinto de una estocada caída y soltando el engaño. Justo de fuerzas, el toro se dejó pero sin despegar del todo. Muy larga la faena de El Cid, que le ha tomado el gusto a los largometrajes, las pausas y los paseos de pasarela. Y a los desplantes, y al farol que empalma el natural con el de pecho abigarradamente.