La diseñadora dice que «no hay sitio para las mujeres con curvas». :: L. V.
Sociedad

Milán las prefiere delgadas

La pasarela milanesa deja fuera por primera vez a Elena Miró con sus tallas por encima de la 44

ROMA. Actualizado: Guardar
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Siempre que empieza la semana de la moda de Milán, cita crucial de la alta costura que arranca mañana, se discute por algo. En febrero fue porque adelgazó hasta quedar reducida a cuatro días, debido a la presión de la gurú de 'Vogue', Anna Wintour, que no quería pasarse allí una semana. Ahora, con las colecciones de primavera-verano de 2011, vuelve a tener siete días, pero aunque ha engordado se han excluido una decena de marcas. La más conocida es Elena Miró -no es catalana, sólo le pareció artístico cambiar su apellido Miroglio-, especializada en tallas para mujeres más normales e incluso rellenitas, a partir de la 44, no las inverosímiles que llevan las modelos. Según la cámara de la moda, es para «mantener alta la imagen de creatividad y estilo del prêt-à-porter». Sin embargo, la afectada asegura que son excusas «pretenciosas y ridículas», y que en Milán «no hay sitio para las mujeres con curvas».

Lo cierto es que Miró llevaba cinco años en Milán, a veces incluso abriendo el programa, y había marcado una tendencia pionera contra la tiranía de la esbeltez y la promoción de la anorexia, mientras París, Londres y Nueva York eran reacios a la alegría de la carne. Nueva York, precisamente, acaba de romper el tabú y también ha acogido una sesión 'curvy', como se dice en el mundillo, de One-StopPlus.com. En EE UU, donde el 64% de las mujeres tiene sobrepeso y un tercio es obesa, la talla más usada es la 48, y el dinero manda. Es un mercado en expansión, como sus clientes. Aunque va despacio, porque la mujer que las encuestas señalan como la más sexy del país, Christina Hendricks, ondulada estrella de 'Mad Men', se quejó en los Emmy de que ningún estilista tiene nunca vestido para ella. Lo mismo, según ha confesado, le pasaba a Kim Catrall, la rubia devorahombres de 'Sexo en Nueva York', durante la serie. Las grandes marcas se resisten a marcar a lo grande. En la cámara de la moda de Milán la decisión de echar a Miró fue tomada por unanimidad, con el apoyo de la llamada 'mesa de estilistas', donde figuran Armani y Dolce & Gabbana.

Miroglio huele a conspiración y rechaza el pretexto de que Milán sólo desea marcas de peso internacional, pues la suya factura 930 millones, paga a 11.000 empleados y tiene 2.000 tiendas en 43 países. Acusa a los estilistas de dar «un paso atrás a nivel social» y hacer ropa que un tercio de la población femenina no puede llevar, y eso sin hablar del precio. «El 35% de las italianas viste de la 46 para arriba, y la talla más común en Europa es la 44, no la 38 o la 40 que se ve en los desfiles», se ha desahogado. En las tiendas de Milán se hizo un estudio curioso: ocho de cada diez mujeres piden una talla menor de la que al final les vale realmente.

Con todo, el desfile de Miró se hará hoy de todas formas, pues los excluidos del programa oficial han montado otro paralelo. Son otro tipo de 'fashion victim'. Aunque un congreso de enfermedades respiratorias que se celebra esta semana en Barcelona ha identificado una víctima de la moda más seria: en fábricas de países en desarrollo una nueva forma de silicosis mata a los trabajadores que se dedican a echar arena en los vaqueros para darles un efecto usado. No se esperan polémicas, ni grandes ni pequeñas.