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Sarkozy y Zapatero, paladines de los pobres ante la ONU
Francia y España abanderan el impuesto a las transacciones financieras para combatir el hambre
NUEVA YORK. Actualizado: GuardarDiez años después de que el mundo pactase un ambicioso paquete de propuestas para acabar con la pobreza extrema, ha llegado la hora de revisar cómo se cumplen las famosas metas del milenio. Pero también es hora de adoptar ideas creativas para recaudar los al menos 120.000 millones de dólares -92.000 millones de euros- que según la ONU hacen falta para alcanzar los objetivos de 2015. Y de dónde mejor que de lo único que parece haber recuperado su salud económica, el mundo financiero.
La idea de grabar las transacciones financieras internacionales con un impuesto especial para financiar la lucha contra la pobreza no es nueva, incluso fue debatida en la última cumbre del G-20 con la oposición de potencias tan importantes como Estados Unidos y Gran Bretaña, sin las cuáles es imposible sacar adelante el plan.
Sin embargo, ayer las ONG encontraron en la tribuna de la Asamblea General a un paladín francés, Nicolás Sarkozy, el primer líder del mundo desarrollado que tomó la palabra y también la iniciativa. «Las finanzas se han globalizado, así que ¿por qué no les podemos pedir que participen en estabilizar al mundo con un impuesto sobre cada transacción financiera?», defendió el presidente galo. Fueron palabras valientes y populares que recibieron un estruendoso aplauso, pero también un gesto de escepticismo por parte de quienes creen que en plena crisis económica no se pueden pedir mayores compromisos financieros. Un argumento que Sarkozy rechaza enérgicamente.
«Quiero contaros mi convicción de que mientras todos los países desarrollados estamos en déficit, tenemos que encontrar nuevas fuentes de financiación para la lucha contra la pobreza, la educación y el fin de las epidemias pandémicas», continuó tajante el mandatario. «No tenemos derecho a escondernos detrás de la crisis como argumento para hacer menos», añadió.
Sus palabras provocaron una reacción en cadena en toda la superficie del globo. «Es fantástico que Francia demuestre que incluso en duros tiempos económicos se puede encontrar dinero para atacar la pobreza», reaccionó Meredith Alexander, jefa de política estratégica de Action Aid. «Como presidente del G-20 el próximo año Sarkozy estará en una posición de fuerza para liderar progresos en el impuesto sobre transacciones financieras. Esta minúscula tasa le costará a los bancos muy poco pero recaudará un importante dinero para los más pobres del mundo».
El mensaje de «esperanza» que interpretaron las ONG también debió llegar al corazón de José Luis Rodríguez Zapatero, el otro líder occidental que le siguió en la tribuna. Para entonces la ONU ya había distribuido copia de su discurso entre los periodistas, donde tan sólo se comprometía «a dar los pasos políticos necesarios, junto con otros miembros de la comunidad internacional» para «implementar nuevas fuentes de financiación que contribuyan a promover el desarrollo en los países más pobres y avanzar en la construcción de un orden económico global más justo para todos». Zapatero defendía el impuesto sobre las transacciones financieras como una fórmula que no dependa de los presupuestos nacionales, demasiado vulnerables a las crisis económicas y los problemas internos de cada país.
«Si queremos una gobernanza (sic) global efectiva, si queremos responsabilidad compartida frente a los desafíos globales, como el de la lucha contra la pobreza, necesitamos también un sistema de ingresos globales», inquirió. Pero después de escuchar a Sarkozy decidió aparcar buena parte de las palabras previstas para ser más contundente en la dirección que apuntaba su homólogo galo. «Mi Gobierno se compromete a defender y a llevar a la práctica la nueva tasa», afirmó Zapatero. «El sistema financiero ha visto que los países salimos en su rescate, y parece sensato, justo y lógico que les pidamos un mínimo esfuerzo para sacar de la miseria a millones de personas».