Sociedad

Los veteranos de Cádiz tienen su noche en la Bienal de Sevilla

SEVILLA. Actualizado: Guardar
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Como siempre ocurre desde hace treinta años en el otoño de los años pares, hay fiesta flamenca en Sevilla, y se llama la Bienal de Flamenco.

La noche del sábado, una de las cuatro presentaciones del programa fue dedicada a los admirados veteranos de Cádiz, Juan Villar, Mariana Cornejo y Rancapino. En un cuadro llamado 'Cádiz eterna', también hubo sitio para el Nano de Jerez, a la vez que echabas en falta a Felipe Scapachini.

Incluso siendo el cuarto espectáculo del día, todo el papel se había vendido y había mucha gente en la puerta ansiosa de hacerse con una entrada. Al aire libre, en pleno corazón de Triana, uno de los lugares más representativos de la historia del flamenco, en el Hotel Triana, antigua casa de vecinos habilitada para actuaciones, Paco Reyes rompió el silencio del amplísimo patio con su voz redonda y doliente por tonás. Ángel Pastor le siguió con su inconfundible decir a lo Agujetas y Raúl Gálvez puso el punto joven. Tres excelentes voces para arropar a la bailaora Lidia Cabello, encargada de abrir el programa. Niño de la Leo, a la guitarra y Emilio Martín al violín completaron el reparto gaditano de la compañía. Cabello hizo lo que pudo por siguiriyas, luchando con una coreografía encorsetada que no convenció al respetable que fue parco en los aplausos. El cante por bulerías de los tres cantaores, rematado con el baile de Cabello tampoco logró despertar el interés.

No obstante, la entrada de Villar, Rancapino, Cornejo y Nano provocó una ovación que delató el nivel de afición de un público con gran porcentaje de extranjeros. Lo mejor del cante gaditano fue arropado por Jerez con las guitarras del Niño Jero y Pascual de Lorca. Lejos de las pulidas obras que se están presentando en los teatros del festival, Cádiz vino como mejor y más a gusto se siente: a lo natural y sin guión. Mariana sus cantiñas y bulerías de Cádiz, Rancapino su malagueña y alegrías, el gran patriarca Villar se encargó de soleá y siguiriyas donde es dueño y señor ; y el Nano recordó a su Jerez con bulería por soleá y otras 'alante' y de pie donde puso sus simpáticos detalles de baile. Entre estas cuatro figuras, 250 años de vivencias flamencas.

La chispa e inventiva puramente gaditanas hicieron que un tropezón del Nano en el breve fin de fiesta se convirtiera en pretexto para abandonar el escenario llevándolo a compás, cual carretilla humana. En la noche fresquita del casi otoño sevillano, por fin el público se había calentado. Esto era lo que buscaban y lo que les hizo saltar de sus asientos.