El chico diez
Actualizado: GuardarCuriosidades de la vida, entramos en los últimos meses del año 2010 y acaban de cumplirse diez años desde que el mejor jugador de fútbol de la década aterrizara en Barcelona con la ‘sana intención’ de curarse una enfermedad que le impedía crecer con normalidad. Tenía 13 años y era un pibe argentino tímido y sin formación al que le costaba un mundo relacionarse alejado del balón, el olor a césped recién cortado o la polvareda que levantaba su correteo incesante por el típico albero de los diversos campos de Catalunya. Poco a poco, tratamiento a tratamiento, el niño se fue convirtiendo en un joven atento y aplicado cuyo tamaño varió lo necesario para poder practicar su deporte favorito sin riesgo y su calidad futbolista le llevó a convertirse en un gigante en torno al cual gira actualmente el mismo mundo al que tiempo atrás apenas se atrevía a mirar de frente. Si miramos sus estadísticas desde que debutara en Primera División, nos encontramos 89 goles en 146 partidos de Liga y otros 27 en 45 partidos de Liga de Campeones. Pero sería demasiado fácil encerrarse en el hermetismo de los números para ensalzar la figura de ese pequeño al que algunos ya comparaban con Maradona cuando aún era un desconocido para la inmensa mayoría de los mortales, esos mismos que con sus halagos y muestras de admiración le van a elevar casi con total seguridad a la categoría de ‘inmortal futbolístico’. Lo complicado es entender la forma en la que ha sabido administrar la notable evolución que ha sufrido tanto personal como deportivamente, la naturalidad con la que ha ido moldeando su educación, asimilando la adulación y digiriendo que le ha tocado compartir su vida con millones de personas. La respuesta es simple: lo hace de la misma forma que encara a los rivales y los regatea, con la misma destreza con la que marca goles imposibles de cabeza alcanzando a duras penas el metro y setenta y se aleja de los aires de divismo ante la gente. Porque él es el chico diez. Es Leo Messi.