Artículos

El 'reality' minero

El drama de los 33 trabajadores chilenos traspasa los límites de lo personal

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Una de las perforadoras que trabajaba día y noche para llegar hasta los 33 mineros chilenos atrapados en la mina San José ha alcanzado la galería en que se encuentran los trabajadores. Ayer vimos la alegría de las familias que aguardan en los aledaños de la bocamina el regreso de estos hombres, que llevan un mes y medio a 700 metros de profundidad: el rescate es hoy más cercano y más cierto.

Yo me alegro. Y al mismo tiempo lo temo. Los medios de comunicación son hábiles para convertir la realidad en un show. Algunas tentativas ya han explorado en este caso, con las imágenes de los mineros cautivos, las declaraciones de las esposas, las cartas de los hijos a sus padres y las que ellos han escrito para confirmar su buen estado de salud. Hemos conocido también algunas desavenencias matrimoniales de los atrapados así como adulterios de los que no tenían noticia ni las afectadas. Sabemos mucho de ellos, a pesar de la innegable contención mediática que se observa, propiciada por la amenaza que aún pende sobre sus vidas.

Si se logra rescatarlos sanos y salvos -ojalá- la última barrera desaparecerá. Si mueren, también. Y temo que en ese momento la incontinencia mediática nos salpique. La noticia del rescate contiene muchos de los elementos que hacen las delicias de ese periodismo de 'reality', que narra noticias reales con los recursos propios de la ficción, dado que dedica más esfuerzo a contar historias entretenidas que a informar de asuntos importantes.

El drama tiene buenos materiales: unos trabajadores inocentes, un accidente trágico, una larga espera y -ojalá, insisto- un rescate feliz en unas semanas. Si a eso se suma el interés de las familias de los atrapados en airear su caso para lograr apoyos de los ciudadanos -como ocurrió con el caso de la pequeña Madeleine McCann-, y la difusión que conviene a las autoridades chilenas, muy implicadas en el rescate, no es difícil aventurar que la información nos desbordará. Además, la narración del rescate entrará en el 'top ten' de las audiencias televisivas, o sea, del dinero que deja la publicidad. Y para mantener esa cota bien alta, los medios de comunicación querrán grabar a los mineros llorando de emoción, abrazando a sus hijos una vez fuera de las entrañas de la tierra, querrán saber cómo han soportado el largo rescate, en quién pensaban allí abajo, cómo pasaban las horas, si rezaban o no. Y lo querrán contado por ellos al instante, cuando aún estén cegados como topos.

No suelo creer en los milagros, pero me gustaría que esta vez los medios respetaran más al público que hace dos años, en el accidente de Barajas. Me encantaría que no trataran a esos mineros y a sus familias como a personajes ficticios, sino como a seres reales. Por la salud de los mineros y también por la del periodismo.