EL NUEVO PERIODISMO
Actualizado: GuardarHoy toca reflexionar sobre periodismo, que es el tema del día tras la fiesta de los premios de LA VOZ, una de las grandes citas periodísticas gaditanas. Algo así como «Ahora hablaré de mí», que era el título de una novela de Antonio Gala. A pesar de que nos cuesta tanto hacerlo. Sigo creyendo que el periodista no es noticia, pero el oficio de informar concierne a todos y no puede blindarse frente al escrutinio público. De hecho no lo está, porque cada ciudadano hace el ejercicio de libertad soberana de comprar o no las noticias que le interesan y eso es tajante, implacable.
En los discursos de la fiesta del viernes pudimos oir reflexiones interesantes desde la política, en los discursos del presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, y de la ministra de Igualdad, Bibiana Aído. Las relaciones entre política y periodismo son y serán siempre convulsas. Ellos estuvieron elegantes, no nos mandaron todo lo lejos que les hubiera pedido el cuerpo, pero sí nos recordaron que «el periodismo es sinónimo de calidad democrática» (Aído) y que «necesitamos el concurso de los medios de comunicación para reforzar el espacio público. Ellos aportan la información y opinión indispensables para una ciudadanía activa y comprometida» (Griñán). La retórica oficial, aun en el contexto de un acto social y cortés, desvela más de lo que pretende, si se lee bien.
¿Cumplimos los medios estas exigencias de ciudadanía? Un día, en un comentario de lavozdigital, no sé a qué noticia, un lector nos decía que también nosotros tenemos culpa, o responsabilidad, en la situación de la provincia. Aunque a los medios no nos toca gestionar ni resolver asuntos públicos, y no podemos dejarnos llevar por la tentación de usurpar ese papel, sí que es aconsejable que nos recuerden el deber de contribuir al bien común. Es esa magnífica cita de Rafael Mainer que tomo prestada al presidente Griñán con frecuencia: «Los periódicos serán necesarios siempre que haya adelantos que propagar, injusticias que denunciar, débiles a quienes amparar, fuertes a quienes contener, entuertos que enderezar, aspiraciones que defender, teorías que discutir, verdades que investigar, leyes que combatir y personas que mejorar». Que no es poco.
Los que llevamos la información como clorofila en las venas, esa imagen tan lorquiana, hemos de recibir esta retroalimentación de los destinatarios de nuestros mensajes. Porque, aunque parezca un retruécano, una de las definiciones más crueles (y certeras) del periodista es «gente que habla con otros periodistas». Sean audiencia exquisita o simples y anónimos lectores, necesitamos saber que hay alguien al otro lado y que nos exige, con energía, que seamos serios, que cumplamos con ellos, que tenemos una obligación que no podemos soslayar. Incluso que somos necesarios.
El nuevo periodismo, Internet, las redes sociales, han roto este monopolio de la noticia, acaban con nuestra arrogancia, decía el otro día Rosental C. Alves, y nos obligan a reaccionar. En eso estamos.
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