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UN LARGO COMBATE

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Una buena noticia y otra mala. Vayamos por orden. La primera es que se ha disminuido el número de hambrientos por el mundo por vez primera en quince años, y la segunda es que cada vez ha más hambre. Los países ricos han recortado la ayuda para combatir lo que llaman «pobreza extrema», ya que la ONU reconoce las «enormes deficiencias» para cumplir los objetivos del milenio. Se hace lo que se puede, pero se puede hacer mucho muy poco. Los discursos más acalorados son rebatidos por los datos más fríos. La ayuda al desarrollo disminuye en la misma proporción que crece el número de subdesarrollados, o sea, de los millones de seres humanos que viven con menos de 1,25 dólares al día. Subsistir con esa cantidad debe de ser reconocido como un milagro, incluso por los que no se muestran muy seguros de que Dios disponga de tiempo libre para ocuparse de las cosas terrenales. Como hace siempre, la crisis ha impactado en los más débiles y las cifras destinadas a echarles una mano será inferior a la cantidad prevista. Total, que muchas personas que estaban ilusionadas con salir de la miseria tendrán que permanecer en ella, ya que no hay salida. Está obturada. El patrimonio de los diez países más opulentos del mundo supera a la suma de los 55 más pobres. ¿Cómo se supera eso? Muchos estadistas creen que hay que dejar las cosas como están, ya que si las remueven es peor. El mundo está mal distribuido. La piedad, que no hay que confundirla con la caridad, nunca ha sido globalizada. Bangladesh, China, El Congo o Etiopía tiene la mayor concentración de seres humanos con apetito.Los presupuestos de la ONU les exigen paciencia. Los objetivos del milenio no pueden cumplirse. Habrá que dejarlos para más adelante. Los milenios pasan volando.