Cándido Méndez, en la sede de UGT, en Bilbao. :: IGNACIO PÉREZ
Economia

«El Gobierno de Zapatero ha hecho aún más negativa la reforma de Aznar»

Cándido Méndez Secretario general de UGTEl sindicalista defiende la huelga general del próximo día 29 como la «más justa» de las realizadas desde la Transición

BILBAO. Actualizado: Guardar
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La huelga general del próximo día 29 es «la más justa» de todas las que se han hecho en España desde la Transición, asegura Cándido Méndez, secretario general de UGT, embarcado estos días en un peregrinaje por toda España para promover la máxima protesta sindical contra un Gobierno 'hermano', el del PSOE que preside José Luis Rodríguez Zapatero. El sindicalista no ahorra calificativos contra una «contrarreforma» del mercado laboral, y acusa al Ejecutivo de haber puesto en marcha medidas que van a conseguir exactamente lo contrario de lo que necesita el país.

-¿Les está costando, como dicen las encuestas, convencer a la gente para salir a la huelga general?

-El mensaje sindical está calando frente a la desinformación sobre el impacto de los cambios. Las asambleas que celebramos son multitudinarias; en las empresas la gente pasa en segundos de la expectación a la indignación al conocer el contenido de esta contrarreforma laboral que consolida la precariedad, si no la aumenta, y privilegia la vía de un despido barato para solucionar los problemas de las empresas.

Un derecho constitucional

-¿Pueden tener miedo los trabajadores a perder el empleo por ir a la huelga en tiempos de crisis?

-Algunos así nos lo han trasladado, pero es un asunto que estamos despejando porque hay mucha gente joven que no está familiarizada con una huelga general. Yo hago hincapié en que la huelga es un derecho constitucional. Tiene tanto respaldo y garantías en la Carta Magna como ejercer el derecho de voto en unas elecciones generales. Por ello, sería incomprensible el despido por cualquiera de los dos motivos. Esto es lo que dice la ley, aunque otra cosa es lo que pueda ocurrir. Por otro lado, el contenido de la reforma fuerza a hacer la huelga porque despedir va a ser superfácil ahora. Ha abaratado el 'despido exprés' de Aznar, que escamoteaba la tutela judicial. Me llama mucho la atención que ahora desde el Gobierno se clame contra lo que hizo el anterior Ejecutivo cuando ellos han ahondado en la misma línea, la han hecho más negativa. Los trabajadores pasan así del fuego a las brasas.

-¿A partir de qué nivel de participación puede ser un éxito y hacer reflexionar al Gobierno?

-En las huelgas siempre se ha producido un episodio de guerra de cifras, salvo en la del 14-D. La del día 29, al contrario que aquella, se produce en un escenario de crisis a la que no se ve la salida. En el paro de 2002 -contra el 'decretazo' de Aznar- se dijo que no había tenido seguimiento, pero se impuso la realidad de las cifras, con más de diez millones de participantes. Esta va a tener un impacto muy grande en los sectores productivos y el Gobierno se va a ver obligado a rectificar.

-¿Puede hacerlo con todas las presiones internacionales?

-Puede, porque hay alternativas. Por ejemplo, con la mejora de los ingresos a través de una reforma fiscal global, para recuperar la capacidad recaudatoria, y la lucha contra el fraude. El problema no es de gasto, que es poco, sino que se recauda poco. Solo con recuperar el Impuesto del Patrimonio se ingresarían 1.800 millones, suficiente para evitar la congelación de las pensiones. Y aún sobrarían 300 millones.

-¿Y cómo abordaría los cambios en el sistema de las pensiones?

-También hay alternativas. En este caso es el Pacto de Toledo. El Gobierno debería haberse preocupado de explicar a Europa y a los mercados cómo funciona este acuerdo sobre las pensiones. En España se han hecho más reformas que en cualquier país de Europa. Por acuerdo parlamentario ya se contempla el alargamiento de la edad de jubilación más allá de los 65 años, por la vía voluntaria. Pongamos el caso francés de ejemplo, donde han retrasado, sin acuerdo, la edad de retiro a los 62 años. Esa es una decisión que constituye por sí misma la refutación de lo que aquí quiere hacerse.

Fracaso no previsto

-¿Prevén ustedes las consecuencias, personales y sindicales, de un posible fracaso de la huelga?

-Pues no. No lo hemos contemplado, y no por un acto de voluntarismo, sino porque estamos palpando el ambiente y sabemos que esta es una huelga más que justificada y que los trabajadores lo perciben así. Es la más justa de todas las que se han hecho porque el nivel de las agresiones sociales y laborales no tiene parangón. Y no solo por el despido más barato y más fácil, sino por su conjunto. Se trataba de resolver la precariedad laboral y la reforma no lo va a hacer; de estimular el mantenimiento del empleo y dificultar el despido, y se va a conseguir justo lo contrario.

-¿Despedir es ahora más fácil que en otros países?

-Sin duda. Aquí la traducción tan bestial de la crisis en destrucción de empleo se debe a circunstancias demográfico-laborales -aumento de ocho millones de personas activas en diez años- y a que teníamos un modelo económico con pies de barro. La reforma tenía que haber corregido la precariedad, para que la crisis no generara tal destrucción de empleo, y en cambio ha abandonado el objetivo del cambio de modelo productivo, porque ha allanado a las empresas un camino más fácil, que es el del abaratamiento del coste laboral. No se las ha estimulado en innovación, formación u otras fórmulas para mejorar la productividad. La reforma tampoco corrige el 'despido exprés'. Todo eso es el drama, el atropello y el inmenso error que ha cometido el Gobierno.

-¿Le ha decepcionado Zapatero, con el que ha mantenido una cercana relación personal, en la gestión laboral de esta crisis?

-Hay que diferenciar la dimensión personal, que pertenece al ámbito privado, de la política. Y ahí sí, su gestión ha sido decepcionante. Hecha de esa manera tan súbita, repentina e inexplicable, y dando como único argumento las llamadas de líderes internacionales y el empuje de los mercados. Recuerdo su expresión tan contundente de que la crisis no se combate debilitando el Estado social, sino fortaleciendo el sistema productivo. Sin embargo, lo que ha hecho es justo lo contrario.

-¿Por qué las reformas laborales más duras y que producen una reacción más fuerte de los sindicatos las ha tenido que hacer siempre la izquierda?

-Porque, en mi opinión, y este no es un mal solo español, la izquierda ha sido incapaz de elaborar un proyecto propio, autónomo, en el ámbito económico y sociolaboral, frente al neoliberalismo. Hay que reconocerle al Partido Socialista Obrero Español que en materia de derechos civiles aplica políticas progresistas, pero en lo que se refiere a lo laboral y económico define un escenario que en algunos aspectos obedece a lo más cutre del 'catecismo Ripalda' neoliberal. Y además cae en la trampa de la modernidad: defiende que hay que hacer un proyecto ilusionante de futuro, olvidando que la izquierda también tiene algo que conservar, unos logros que habría que consolidar y perfeccionar.

-¿Temen ustedes, tras la reforma laboral y de las pensiones, alguna actuación similar en negociación colectiva?

-En ese capítulo ya se ha metido mano con la ampliación de las posibilidades de descuelgue de los convenios colectivos. Además, se ha incluido en la norma emanada del Congreso de los Diputados una disposición para que, transcurrido un periodo de tiempo sin acuerdo, abordar esa nueva reforma. Y eso es una amenaza que contradice las palabras del Gobierno de respeto a la autonomía de empresarios y sindicatos en este ámbito.