El mexicano estrenó ayer la sección Horizontes Latinos del Zinemaldia con 'Abel', su opera prima como director de ficción. :: EFE
Sociedad

No podemos culpar a EE UU de todos los males de México

La estrella mexicana reflexiona sobre la paternidad en una conmovedora fábula sobre un niño que se cree adulto Diego Luna Actor y director

SAN SEBASTIAN. Actualizado: Guardar
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Diego Luna (México, D.F. 1979) acaba de llegar de Arzak y todavía tiene ganas de comerse la chocolatina del café. Salta del castellano al inglés por cortesía hacia John Malkovich, que asiste a la entrevista como productor de 'Abel', el primer largometraje de ficción dirigido por el actor. A Luna le conocimos en Europa hace ya casi una década con 'Y tu mamá también'. En México era un ídolo desde que a los nueve años protagonizó su primer culebrón, donde ya coincidía con Gael García Bernal, quien, por cierto, también ha puesto dinerillo en la aventura de su cuate.

Después de trabajar con Steven Spielberg ('La terminal'), Kevin Costner ('Open Range') y Gus Van Sant ('Milk'), la estrella mexicana sorprende con un relato conmovedor y perturbador al mismo tiempo sobre un niño de nueve años que se niega a hablar. Hasta que, de pronto, empieza a comportarse como un adulto reemplazando al padre desaparecido. Se vuelve responsable, regaña a sus hermanos y pretende complacer a su esposa (su madre) en la cama.

Luna escribió 'Abel' a partir de un comentario de David Trueba en el rodaje de 'Soldados de Salamina': ¿Qué ocurriría si un niño cree que es un adulto? El actor, que perdió a su madre cuando tenía dos años, es el orgulloso padre de dos niñas de once meses y dos años. 'Abel' aborda en tono de fábula una realidad social de México, donde muchos padres se marchan a trabajar a Estados Unidos y dejan los hijos al cuidado de la desbordada madre. El filme se estrena en España el 1 de octubre.

- ¿Cuánto hay de autobiográfico en 'Abel'?

- Hay mucho en las emociones y en el viaje de este niño que nace en un hogar fracturado. Su historia no se parece en nada a la mía, pero comparto su decisión de convertirse en adulto antes de tiempo. Yo a los 15 años ya vivía solo. Tenía la necesidad de ser mayor y pertenecer al mundo de mi padre para sentir que estaba cerca y que nadie me lo quitaría. Abel toma la decisión de ser el padre de esta casa por las mismas razones. La película es una fábula, muestra una realidad retorcida, porque a través de la fantasía es como más certero se puede ser en el comentario. Tiene que ver conmigo hasta el punto de que se me ocurrió hacerla cuando estaba con mi papá. El personaje de la madre homenajea a este señor que tuvo que ser padre y madre a la vez.

- Ahora usted es padre también.

- Sí. Empecé a preguntarme qué significa la responsabilidad de la paternidad. Un director amigo, Luis Mandoki, vio 'Abel' y me dijo que le hizo pensar que todas las decisiones que había tomado en su vida habían afectado a la vida de sus hijos. Ese es el trasfondo de 'Abel'. Ojalá confronte a los padres con esa idea y no nos relaje tanto frente al divorcio y el abandono.

- Su trabajo, entre rodajes y promociones, ¿no le obliga a mantenerse alejado de sus niños?

- No podría contar una historia de un padre ausente y ausentarme para ellos. Mis hijos me acompañan siempre. Ayer regresaron a México, hemos estado en Londres, en Deauville... Los quiero mucho y, sobre todo, muy cerca. Los hombres hemos decidido que la educación de nuestros hijos le corresponde a las mujeres. Mientras paguemos las cuentas, estamos bien librados. Eso dicen los jueces; si uno se divorcia, dale el 50% de lo que ganas y una 'babysitter', y ves a tu hijo un fin de semana cada quince días. Para mí eso sería un castigo, lo peor que me podría pasar como papá. Mi vida gira en torno a ellos. Si yo no estuviera, físicamente tendría que poner un padre en casa, porque mi mujer no puede con ellos sola. Ahora voy a pasar cinco días sin verlos... Así es mi vida, voy y vengo.

- Ya había dirigido un documental sobre el boxeador Julio César Chávez. ¿Salta a la ficción por esa necesidad de hablar de temas tan íntimos?

- No. Primero tomé la decisión de dirigir y después busqué una película. Disfruto más dirigiendo que actuando. Siempre me interesó más lo que pasaba antes y después de que llegaran los actores. En 'Y tu mamá también', el director de fotografía me gritaba que dejara de ayudarle. Es una influencia de mi padre (escenógrafo). Fui a ver cómo editaba aquella película Alfonso Cuarón. Y recibí un mazazo, porque entendí que el cine es de los directores.

- Como antiguo actor infantil, se le da bien dirigir niños.

- En 'Abel' he generado el entorno que yo nunca tuve. El error más grave de los directores es tratar a los niños como adultos, pretender que entiendan todo. El niño protagonista nunca leyó el guión ni trabajamos las escenas. Contraté a todo el equipo, desde los chóferes al director de fotografía, con una única condición: el día que el niño diga que no te quiere ver, te despido. Eché a cuatro. Lo más bonito fue que una semana antes de terminar me dijo que ya no necesitaba a su 'coach' de interpretación.

- San Sebastián se ha inaugurado con una película mexicana sobre Pancho Villa y la invasión de Estados Unidos. ¿Qué relación guarda usted con un país que también le da de comer?

- Geográficamente estamos en un lugar que nos define muchísimo, con una vasta frontera con un país poderosísimo. En México se consume todo en inglés. En términos de comercio estamos jodidos, es una competencia que no podemos sostener. Pero no es cierto que todos nuestros problemas sean culpa de Estados Unidos.

- Las últimas noticias que llegan son espeluznantes.

- Ya. Siento frustración y desesperación. México se ha convertido en un gran mercado interno para el narcotráfico, el consumo de cocaína y drogas sintéticas se ha disparado. Un gramo de coca no vale nada. Y no podemos culpar a los Estados Unidos de todo lo que nos aqueja. El nivel de corrupción e impunidad consigue que el término justicia no exista.

- No todo es malo: aquí está un americano, John Malkovich, que le produce.

- Sí. Hollywood también es Paul Thomas Anderson y los hermanos Coen. Nos une el cine. La oficina de John en Los Ángeles está sobre un restaurante, La Lotería. Él come mejores chilaquiles que yo en México.