El musculado plusmarquista Usain Bolt. :: L. V.
LA VOZ DE LA CONCIENCIA

Sobre mitos y leyendas del deporte

Antiguamente se pensaba que a los deportistas se les achicaba el cerebroEl ejercicio físico ayuda a mejorarconsiderablemente el rendimiento intelectual

JEREZ. Actualizado: Guardar
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Recuerdo cómo, en el colegio, los profesores tenían por alumnos preferidos a aquellos que estaban sentados en los primeros bancos, iban peinados a lo 'Alfonsito»' y eran miopes, por lo que usaban gafas de culo de botella. No hacían deporte y casi siempre traían una justificación para no asistir a la clase de gimnasia y si alguna vez la hacían, sus pechos estrechos, piernas blancas e hirsutas denotaban la ausencia de vigor juvenil y poca salud.

No obstante, por aquellos años eran el arquetipo y el ejemplo de lo que debía ser un buen estudiante. Por el contrario, aquellos otros muchachos de tez rubefaciente, pelo ensortijado, de cuerpos fibrosos y, con frecuencia, primeros en clase de gimnasia, eran sentados en los últimos bancos de la clase, no gozando como los 'pitagorines' de ninguna prerrogativa.

Afortunadamente, hoy contamos con pruebas experimentales que afirman que los jóvenes altos, guapos y deportistas son mejores estudiantes que los feos y decrépitos, que son más tontos. Es razonable, el ejercicio físico vigoroso provoca un aumento del riego sanguíneo en el cerebro, este incremento de flujo lleva en suspensión productos químicos que nutren las células responsables de un pensamiento más sofisticado y de mayor rendimiento. Los años juveniles de formación y actividades deportivas son esenciales, porque durante ese tiempo se desarrollan las capacidades físicas e intelectivas, capacidades que configuran personalidades, afirmando y confirmando voluntades, caracteres y, lo que es más importante, el conocimiento que cada cual tiene de sí mismo y de lo que es capaz.

Con estas condiciones, a poco que maduran y se estabilizan, los jóvenes deben saber lo que van a estudiar, o lo que es lo mismo, para qué carrera tienen más aptitudes y podrán superar con mayor o menor dificultad. En su etapa universitaria estos muchachos continuarán yendo al gimnasio, haciendo deporte y superando sus cursos con normalidad y si siguen una vida sana y cuidan su alimentación -que es la base de la salud- mejorarán sus capacidades físicas e intelectivas y todo ello, debido al aporte de nutrientes que el ejercicio físico insufla en los lugares más recónditos del cerebro, mejorando con ello: el ánimo, la memoria, el grado de entendimiento y, por supuesto, la belleza física y las ganas de vivir. En Inglaterra y Estados Unidos chicos de estas peculiaridades y características, apenas acaban sus carreras son requeridos como líderes, ejecutivos, por las mejores empresas.

Cambiaron por tanto los conceptos; ahora se sabe que los feos y alfeñiques son más tontos. Cejijuntos y gafotas, jefes de cursos, consumados pelotas que inseguros y acomplejados, se han pasado la vida al amparo del funcionariado o tras las ventanillas de oficinas bancarias, cumpliendo la misma función que otrora. Alejados quedaron de aquellos que los profesores castigaban mirando a la pared, pero que el espíritu de lucha y sacrificio que les proporcionó el esfuerzo deportivo, les otorgó seguridad en sí mismos y con ello, capacidad para conducir su futuro como profesionales libres o empresarios de éxito. Tan singular como estos mitos, son aquellas otras leyendas que, inventadas o propugnadas por ignorantes entrenadores, hace dos o tres décadas, impedían que en el fútbol y otras disciplinas deportivas, los atletas entrenaran con pesas o hicieran ejercicios con resistencias progresivas. Sin fundamento ni soporte científico, algunos vociferaban que dichos entrenamientos engarrotaban a sus pupilos y les mermaban sus fuerzas y potencia muscular explosiva.

Mientras que en Estados Unidos y en Argentina los jugadores ya hacían sentadillas, arrancadas y presses para mejorar su potencial físico; en España, los entrenamientos consistían en la carrera continua, pequeñas pachanguitas y poco más. La evidencia les obligó a tener que erradicar de sus mentes aquellos vetustos conceptos y comprender, que un futbolista no sólo depende de la flexibilidad y la técnica. Tuvieron que aceptar que un jugador es un atleta, por lo que tiene que desarrollar al completo su potencial físico. En la actualidad no hay un solo club o equipo de fútbol que no disponga en sus instalaciones de modernas salas y gimnasios, en donde los jugadores entrenan y fortalecen los grupos musculares que los preparadores físicos prescriben para la plantilla o, cuando individualmente lo necesita alguno de los jugadores: lesiones, recuperaciones, posoperatorios... lejanos quedaron también aquellos lerdos o sabiondos entrenadores que decían que el entrenamiento con resistencias progresivas producían hipertrofias musculares, que impedían el normal crecimiento de los jóvenes atletas o deportistas. La ciencia ha demostrado que un entrenamiento fisiológico, no sólo no impide el crecimiento, sino que lo provoca, porque excita y promueve la eficiencia del sistema endocrino y el rendimiento de las diferentes funciones orgánicas de las que depende el desarrollo físico.

Otra leyenda decimonónica era aquella con la que los entrenadores amedrantaban a la juventud, conminándola a no practicar deportes de fuerza pues, según ellos, contenían ejercicios que desarrollaban el corazón, hasta el punto que a éste se le quedaba pequeña la cavidad donde se aloja, por lo que el atleta moría ¡de paro cardíaco! debido a un problema de contenido-continente. Ilustrándolo, tal si de una camisa que se nos quedara estrecha al engordar... Fruto de una supina ignorancia, aquellos garrafales conceptos hace tiempo que, junto con sus sesudos protagonistas, pasaron a mejor vida. Lo que no se nos ha olvidado es aquella otra ignorante valoración que, debida a la falta de voluntad para el ejercicio y la envidia que se padece al ver la mejora que éste procura al practicante asiduo, decían con reprobación: que a los deportistas se les achicaba el cerebro, por lo que eran menos inteligentes. O, por ejemplo, aquella otra insostenible leyenda de que a los atletas se les empequeñecían los órganos sexuales, por lo que de tanto hacer ejercicio se volvían impotentes. Desconocían qué es la testosterona la mayor responsable del vigor físico y el desarrollo muscular; es obvio que este desarrollo y mayor rendimiento atlético depende de los testes, o lo que es lo mismo: de unos excelentes atributos.