Otra faena imponente de El Juli
El diestro triunfa en el coso de Salamanca y sale a hombros tras cortar dos orejas
SALAMANCA. Actualizado: GuardarDevolvieron el tercero de Domingo Hernández no se sabe si por manso, por cojo o por reparado de la vista. O porque sí. El toro estaba enlotado con uno de esos monstruos no siempre pacíficos que completan en septiembre corridas reseñadas pero con bajas. Este monstruito no hizo nada bueno, sino escarbar, arrear estopa o porrazos, cabezazos de defenderse para sacudirse el engaño y hasta desarmar a El Juli en uno de sus violentos derrotes doloridos. Un puyazo trasero lo había dejado todavía más indispuesto de lo que estaba.
Por el toro devuelto se jugó un sobrero de Torrealta, que vino a ser el toro de la tarde. En bravo clásico. Fue un toro exigente. Bien cortado, astifino, y se acentuaba por su tendencia a encampanarse o engallarse en cuanto lo soltaba El Juli. Sólo que el diestro lo tuvo siempre en la mano.
Fue una de esas faenas todopoderosas de El Juli. Y completa, porque estuvo toreando desde el primer lance de salida, cuando el toro atacó muy de verdad, y hubo que tragar al estirarse y fajarse en limpios lances secos. Tragar también en un quite por chicuelinas que El Juli pudo haberse ahorrado pero no perdonó. No renunciar y capear tan salerosamente, las dos cosas, fueron señal inequívoca de que venía Julián a barrer.
Y la voz del mando de El Juli, que estuvo puesto en el primer muletazo y en la segunda tanda, ya fuera de las rayas y por abajo, se había hecho con el toro. Diez muletazos para tomar el poder. Tres tandas en redondo, de llamativo ajuste, porque el toro vino con ganas de bravo. Toreo enroscado y ligado en un palmo. Y los de pecho, espléndidos. Cada vez más despacio, más por abajo. Una tanda con la zurda, otra, la serie de adorno supino con el cambiado por alto, los tres que lo cosieron y el cambio de mano por delante con una levísima rectificación. Y cuatro muletazos de igualada y una estocada de la que tardó en rodar el toro apenas diez segundos. Se pidió para el toro la vuelta. El Juli paseó las dos orejas en ambiente de gran clamor. Al adivinarse sin necesidad de poderes de vidente cómo iba a ser el sexto de Garcigrande, muchos soñaron con la posibilidad de que saliera el segundo sobrero, que era de Torrealta también.
Los otros cuatro toros de Domingo Hernández, ninguno de los cuales vino a manos del más fiel cliente de la ganadería, que es El Juli, salieron de aire bueno. En bravo el primero, que, venido arriba, apretó de lo lindo, puso a Rivera en un brete difícil en banderillas; un punto distraído el segundo, pero se iba largo cuando metía la cara; muy bondadosos cuarto y quinto. Rivera estuvo formal de capa y muleta, pero toreó con ventaja en los dos turnos: más por fuera que otra cosa. Puro oficio, entereza de veterano. Ningún acierto con la espada. López Chaves, tan querido en su tierra, se había quedado fuera de la feria pero le vino el cielo a ver con la sustitución de Perera. Falto de tacto con el segundo, que le pedía más delicadeza que marcialidad, pero dispuesto. Y todavía más decidido con el quinto, al que pegó de partida dos tandas preciosas con la mano derecha: encaje, poder, temple. No sostuvo el ritmo la faena, pero Chaves se entregó sin desmayo: a toro rajado y antes de la rajada. Un pinchazo, una estocada.