PAN Y CIRCO

EN TELA DE JUICIO

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En apenas un par de días a las flamantes campeonas del mundo de fútbol y baloncesto las han bajado de golpe a la tierra. Ya no somos esas armadas invencibles de las que tanto ha glosado sus hazañas la prensa deportiva durante los últimos meses. Ahora, los rivales se nos suben a las barbas con esa motivación añadida que supone batir a los mejores combinados sobre el planeta tierra. De todos modos, el guantazo tendrá consecuencias bien distintas para una y otra. Por lo que respecta al fútbol, nada que objetar a la derrota del combinado de Del Bosque en Buenos Aires porque, mientras que no haya un título por medio, los partidos amistosos son unas pachanguitas que se montan las federaciones para devolverse favores mutuos y, de paso, hacer más entretenida la vida de personajes tan innecesarios y caros como Angel Mª Villar. Cierto es que no todos los días se juega en el Monumental bonaerense, pero a mí únicamente me motivan los Argentina-España que sean valederos para un Mundial. Si la albiceleste anda sacando pecho es porque, después del lamentable periplo de quien mandó a medio mundo a chuparla, la goleada a España supone recuperar parte de la autoestima perdida con el barrilete malhablado, pero la estrella sigue luciendo en la roja. En cambio, donde han saltado todas las alarmas es en el basket. Muchas lecturas se pueden hacer del batacazo turco y la inmediata pasa por tener muy claro que todo hubiera sido muy distinto con Pau Gasol y Calderón en pista. Pero nuestros chicos -salvo el día de Grecia- han jugado a un nivel bastante inferior al de los últimos años y aunque la edad media invita a pensar que todavía hay cuerda para la cita olímpica de Londres no podemos olvidarnos que seguimos teniendo la asignatura pendiente de los tiros triples y las faltas personales y eso, al final, te acaba dejando fuera del camino de las medallas.