Todo nació en La Isla
HISTORIADOR Y COORDINADOR DE LA OFICINA DEL BICENTENARIO EN SAN FERNANDO Actualizado: GuardarT.S. Eliot, acuñó la expresión de «las vastas fuerzas impersonales». Quizás éstas justifiquen el olvido de La Isla en los grandes titulares bibliográficos relacionados con la Guerra de la Independencia y la revolución liberal en España. No se pretende polemizar con los planteamientos historicistas, ni analizar las razones de tan secular olvido. Sólo reivindicar la decidida aportación de San Fernando a la España actual, al parlamentarismo y a las libertades, convencido, como Acton, de que la Historia convencional puede revisarse.
La gran contribución contemporánea de San Fernando a la Historia comienza, probablemente, a finales de 1809 en Sevilla cuando la desprestigiada Junta Central, ante su propia decadencia y el implacable avance napoleónico, decidió trocar su dorado trono del Alcázar Real, por el enclaustramiento fortificado que le ofrecía la Real Isla de León, acorazada entre marismas inabordables y una amplia red de edificaciones defensivas.
Cuando en enero de 1810 los junteros, en general contrastados ilustrados víctimas de la guerra y de las contradicciones de la España del momento, llegaron a La Isla, acordaron su disolución. Es de resaltar la dignidad de estas personas al crear el 29 de enero el Supremo Consejo de Regencia con los encargos de mantener la unidad de España y convocar Cortes Generales. Eran conscientes de la necesidad de un sistema representativo como revulsivo para repensar España, al menos hasta la liberación del rey. La Regencia constituida en La Isla y acomodada en el Convento de la Enseñanza, asumió el doble encargo con escepticismo, quizás, y con las dificultades propias de las precarias circunstancias económicas, de la preocupante situación en Ultramar y de una guerra desigual.
La realidad bélica era dramática. Casi toda la Península en poder de Napoleón. Los restos del Ejército, dispersos. Sólo un general, el Duque de Alburquerque, decide marchar a La Isla con el Ejército de Extremadura. Tras durísima marcha, consiguió entrar el 4 de febrero. Las inmediatas acometidas del mariscal francés Víctor no lograron romper el complejo defensivo, optando entonces por el Sitio de La Isla. Durante dos años y medio soportó un frente de batalla inmediato, al que combatió con el sacrificio de sus habitantes, las fuerzas sutiles, los golpes de mano y el entramado defensivo, liderado por el Puente de Suazo y el medio marismeño.
La Regencia terminó convocando las Cortes el 24 de septiembre de 1810 en la Isla de León. La jubilosa y trascendental jornada asistió al acto del Juramento de los diputados en la Iglesia Mayor. Símbolo de una nueva era, elegido por el Congreso de los Diputados para ilustrar la modernidad, encargó a José Casado del Alisal pintar un cuadro que inmortalizara la efeméride. Convertidas así en emblema desde el momento mismo de la jura de los primeros diputados electos de España, las pioneras Cortes Generales, las Cortes de La Isla, otorgaron a los españoles la ciudadanía. La soberanía, la división de poderes, la inviolabilidad de los diputados, la igualdad de todos los españoles de ambos hemisferios, la libertad de imprenta, la formación de la comisión constitucional. constituyen los sólidos eslabones de una revolución, la liberal, nacida y oficializada en La Isla, que marcó un hito en la historia de las libertades.
Avatares futuros ignoraron tan ilusionante obra, pero tras prolongado paréntesis, la labor de aquellos diputados americanos, asiáticos y peninsulares, diputados hispanos en fin, consiguió prevalecer y así, las pioneras Cortes de La Isla, hoy Congreso de los Diputados y Senado, mantienen el testigo de la representación de pueblo, del régimen parlamentario, custodios privilegiados de la España nacida el 24 de septiembre de 1810 en La Isla.