Comparto las reflexiones del teólogo Ratzinger
Actualizado: GuardarTodos recordamos aquel año 1968 en que se hicieron famosas las revueltas estudiantiles con manifestaciones masivas, barricadas y protestas generalizadas en la calle que pusieron en jaque mate al Estado francés especialmente, aunque aquel espíritu de reformas profundas se extendió por medio mundo. Al año siguiente en 1969, el hoy Papa Benedicto XVI, entonces teólogo Ratzinger, de 42 años, hacía unas muy interesantes manifestaciones por radio. Merece la pena volver a leerlas hoy. Decía Ratzinger: «Después de las actuales crisis, la Iglesia que surgirá mañana tendrá que ser despojada de muchas cosas que ahora todavía mantiene. Será una Iglesia bien más pequeña. Y tendrá que recomenzar como lo hizo en sus principios. Ya no tendrá condiciones de llenar los edificios que han sido construidos en sus periodos de gran esplendor (.) Siendo entonces una Iglesia menor, va a exigir mayor participación y creatividad de cada uno de sus miembros (.) Todo eso va a tornarla más pobre; será una Iglesia de gente común». Realmente es lo que pienso hace mucho tiempo: la Iglesia hoy con sus templos mastodónticos, seminarios inmensos, conventos y casas de religiosos que han quedado medio vacíos o en ruinas, responde a una Iglesia propia de otro tiempo. El grupo de los creyentes deberá ser necesariamente más pequeño. No harán falta esas estructuras propias de los tiempos medievales y del nacionalcatolicismo que hoy no tienen sentido. Y debe despojarse de muchas cosas que hoy no le son necesarias. Deberá perder y renunciar explícitamente a los privilegios de épocas anteriores. Sus miembros, en número mucho menor, deberán ser mucho más activos y dinámicos. Por eso habrá que pasar de la categoría clérigos-laicos a la de una igualdad dentro de la comunidad cristiana, con carismas y cualidades distintas al servicio de todos. Y será una Iglesia más pobre, formada por gente sencilla, donde no se valorará el dinero ni el poder, tampoco una exquisita preparación intelectual. Sólo la madurez cristiana y la entrega a los demás, especialmente a los que están más marginados en la sociedad. ¿Quién no apoya estas afirmaciones de Ratzinger? En una palabra, será una Iglesia mucho más evangélica, más de acuerdo con lo que Jesús quiso para aquel movimiento de seguidores que siempre iban con él y para los que le siguieran en el futuro. Pero es triste comprobar que estas magníficas palabras de Ratzinger las haya olvidado Benedicto XVI. Sería de desear que aún ahora con 83 años tuviera el coraje de impulsar las reformas necesarias y profundas que la Iglesia necesita para responder a las necesidades del mundo de hoy.