Fetichismo
Actualizado: GuardarEstamos viendo, con relativa frecuencia, que la tontería y la superficialidad están «invadiendo» el comportamiento humano. Observamos la palmadita a los jugadores de futbol y la cara sonriente y satisfecha con que se vuelve el autor de esa hazaña. Autógrafos, que en los chavales puede tener su encanto. Al menos eso me parece y guardarlos como un tesoro ya roza el fetichismo. En las subastas, se roza el ridículo por las tonterías de lo subastado. Que si un botón de fulanito o una cremallera o un sujetador de menganita. Y casi siempre se barajan cifras... Qué pena, perder el tiempo, que es tan valioso, en estas cuestiones. Siempre cosillas cuya autenticidad sería, al menos, cuestionable. Una obra de arte puede merecer que pujemos por ella. Al no ser habitual asistente a las subastas, tal vez por faltas de recursos o por lo que sea, sólo sé cómo son por las películas. Pero volviendo sobre el tema, que algo aumente de valor por el hecho de a quién haya pertenecido, al menos parece cuestionable. Seguiríamos pasando revista a estos casos y tal vez nos sumiríamos en lo interminable, por no decir en lo infinito, que no podremos caer en él. Pero hoy me llama la atención una noticia que oí hace unos días. Una silla, una vulgar silla -a lo mejor resulta que ya no es tan vulgar-, provoca empujones para ocuparla. Aunque ponga el cartel de quién la ocupó durante breves momentos no es motivo de esa desazón por poner en ella las posaderas. Motivo del primor de esa silla: allí, en ese espacio y durante un tiempo, el que duraron los cantes y los bailes de nuestra tierra, estuvo sentada, nada menos que la insigne demócrata que nos visitó durante unos días. La primera Dama de los EE UU. Honrados ciertamente. Pero mirar casi con devoción el cuadrado que ocupó en el Sacromonte granadino. raya en la «devoción». A eso se le denomina fetichismo.