Un paso insuficiente
ETA pretende convertir su derrota en victoria y eludir su condena histórica
Actualizado: GuardarEl comunicado hecho público por ETA dando cuenta de que «hace unos meses tomó la decisión de no llevar a cabo acciones armadas» no revela cuál es el alcance futuro de tal resolución ni explica los motivos que le han llevado a no cometer atentados. Incluso es probable que ETA esté tratando de presentar como decisión propia la incapacidad operativa causada por el acoso del Estado de derecho y por la eficaz cooperación internacional. Con el vídeo de ayer la banda etarra ha intentado trasladar a la opinión pública el diálogo doméstico que mantiene con la izquierda 'abertzale', buscando para ello el eco mediático de la BBC. Pero si el contenido del comunicado elude responder directamente al tímido emplazamiento realizado al unísono por la izquierda 'abertzale' y Eusko Alkartasuna (EA) para que ETA procediera a declarar un alto el fuego permanente, más evidente resulta que la banda terrorista continúa empeñándose en hacer oídos sordos a las exigencias democráticas. Cada día que transcurre sin atentados se convierte en una excelente noticia. Pero la práctica totalidad de las fuerzas parlamentarias respondió ayer a la última entrega de ETA advirtiendo de que no es eso lo que espera la sociedad y tachándolo de insuficiente. Es lógico que los integrantes de un mundo sectarizado durante décadas -los terroristas y quienes les han venido secundando- traten de preservar la unidad interna mediante un intercambio de sobreentendidos que mantenga su sintonía enredando a las instituciones y a la opinión pública. Pero ya no cuela. Conceptos como los que ETA desgrana en su comunicado cuando se refiere a un «proceso democrático», a los «derechos de Euskal Herria» o a la «solución del conflicto» constituyen una jerga que ha resultado tan cruel para miles y miles de ciudadanos que a estas alturas se vuelve ofensiva o, en el mejor de los casos, carece de significado.
En la hipótesis más optimista, la izquierda 'abertzale', secundada en esta ocasión por Eusko Alkartasuna, trataría de imprimir a la renuncia definitiva a la violencia un ritmo tan lento que preserve sus vínculos de relación con el núcleo terrorista. Se trata de una lentitud que se vuelve exasperante frente al anhelo compartido por la inmensa mayoría de los vascos y el resto de los españoles de que la amenaza etarra se acabe de una vez y para siempre. Las voces más condescendientes con esa lentísima marcha hacia una izquierda 'abertzale' desarmada, y los voluntarios de la intermediación, como Brian Currin o Gerry Adams, tienden a describir lo que vendrá como una sucesión concatenada de pasos; de modo que el que ETA dio ayer debería ser recibido con alborozo porque sería el preludio de otro aun más esperanzador. La dilación del final del terrorismo constituye, por sí misma, una realidad hiriente para quienes más han padecido y padecen su acoso de años. Pero esa parsimonia oculta la vertiente más sangrante del problema, cual es la obstinada pretensión de ETA de convertir su derrota en una suerte de victoria o, cuando menos, en un acontecimiento edulcorado de tal forma que los terroristas puedan eludir el juicio histórico y la condena sin paliativos que merece su trayectoria. . Es también el inadmisible sesgo que presenta el documento elaborado con EA recientemente para fijar nada menos que las condiciones de la paz. Se trata de transferir a la sociedad democrática la responsabilidad última del final del terrorismo. Algo a lo que las instituciones solo pueden replicar insistiendo en que siguen comprometidas en acabar con la violencia etarra sin trueques ni concesiones, negándose a enterrar la verdad del mal causado por ETA en aras a una concordia envilecida por el olvido.