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'Paquirri' triunfa en casa
Los toros de Zalduendo se cargan la tradicional corridaRivera Ordóñez corta tres orejas y Ponce una, mientras que Castella falla el premio con la espada
MÁLAGA . Actualizado: GuardarVenir a Ronda siempre es apetecible, aunque tenga uno que aguantar una insufrible Goyesca por culpa de los toros. Zalduendo parece que dejó hace tiempo de ser esa ganadería que acumulaba los premios temporada tras temporada. Se supone que el empresario, Francisco Rivera Ordóñez, escogió los toros con mejor nota en el campo para que su mimada corrida no se fuera al traste. Pero no fue así, Fernando Domecq envió una corrida parejita, cómoda, pero sin casta. Algunos parecían mulos con cuernos. Y cuando no hay material, poco se puede hacer. Hasta enfandó al bonancible público que pagó hasta 145 euros en taquilla por este espectáculo social y menos taurino. Hasta el escritor Sánchez Dragó se sumó al sarao disfrazado de arenero, porque su labor en el ruedo dejó mucho que desear.
En lo taurino, Rivera Ordóñez, apodado este año 'Paquirri', fue el triunfador al cortar un total de tres orejas con un público afín, que lo piropeaba y le pedía los premios con generosidad.
En su primero se escabulló de las banderillas y arreó a su cuadrilla a que clavara con rapidez para evitar la incipiente protesta de la gente. Le tocó un bodrio de toro, al que lo metió en la muleta en los tendidos de sol. Fue una faena más de galería que de afición. Lo pasaportó de estocada baja y le concedieron una oreja pedida con fuerza por el respetable.
Corrida dos mil
En su segundo, quinto de la corrida, los banderilleó con brillantez. En el primer par quebró en la cara del astado y exponiendo clavó de poder a poder. El tercer par recordó a su padre al hacer el zig-zag para citar al toro y clavar con acierto. Inicio por bajo la faena, que brindó a su hermano Julián Contreras. Los momentos de mayor esplendor los alcanzó con 'Concha flamenca', pasodoble de Perfecto Artola interpretado por la banda municipal de música de Los Barrios. Rivera aprovechó la bonancicle embestida del toro, el único que tuvo un poquito de casta. El Zalduendo humillaba y transmitía, y el diestro madrileño -en los carteles había un error al figurar 'de Ronda'- lo esprimió en ambas manos. Dejó una estocada caída que le valió las dos orejas.
Abría la terna Enrique Ponce, que estrenó un traje de inspiración goyesca, diseñado por Lorenzo Caprile, para conmemorar su corrida dos mil. Brindó al público y empezó por bajo con limpieza, pero las series nunca tuvieron continuidad por las adversas condiciones de la res. Necesitó de media y dos descabellos para acabar con su manso oponente. Recibió la ovación desde el tercio.
Una serie con la derecha ligada al cuarto caldeó el ambiente. Metió al manso en la muleta y le hizo una faena 'estilo Ponce', es decir, despegadito, echándolo para afuera en cada pase de pecho, pero haciéndolo todo tan bien que los espectadores lo aceptaron. En la segunda tanda de naturales ejecutó dos veces el cartucho a modo de cite. Como despedida, pases con la rodilla genuflexa y saliendo de forma muy elegante del abaniqueo. La faena fue larga y dio tiempo a que sonara un aviso. Se prolongó más al matar de media estocada y dos golpes de verduguillo. Cortó una oreja.
Pitos para el tercero
Para los anales de la tradicional Goyesca de Ronda queda la presencia de un torero francés, Sebastián Castella, que poco pudo hacer ante los marmolillos excepto poner de relieve su arrimón.
Se lució a la verónica en el tercero de la tarde y en el quite por chicuelinas. Brindó al cielo y empezó en el centro del anillo por estatuarios. El toro entraba a arreones y la faena fue de más a menos. El manso se defendía como podía, con la cara alta. Un auténtico mulo con pitones y el francés lo despachó de media estocada y descabello. Pitos al toro en el arrastre y silencio para el torero.
El sexto, 'Intruso' de nombre, rompió las dos varas del piquero y Castella no quiso llevarlo al picador que hacía puerta. Pidió el cambio de tercio. Lo dejó crudito para que le pudiera servir en la franela, pero el burel entraba a regañadientes al engaño.
Castella maneja con suma facilidad los toques y así consiguió hilvanar algunas series porfionas, sobre todo con el arrimón final. Los pitones casi le rezobana los muslos. Tenía a la gente en el bote, lo desarmó, tardó en cuadrarlo y, además, falló en la suerte suprema: estocada y cuatro descabellos. Cuando el toro rodó, la gente ya se había enfriado. Aún así fue ovacionado y obligado a salir a saludar.