La rebelión de los indeseables
Gitanos de la Europa ex comunista arremeten contra París y denuncian la marginación que sufren en sus países
VARSOVIA. Actualizado: GuardarLas expulsiones masivas de ciudadanos búlgaros y rumanos de origen gitano del territorio francés han desencadenado un profundo malestar y críticas en la Unión Europa (UE). Bruselas se ha apresurado a pedir explicaciones a París y la próxima semana resolverá si adopta algun tipo de medidas contra la decisión gala.
Los afectados tampoco se han quedado atrás en sus protestas. «Aquí somos como vagabundos. No tenemos trabajo, no tenemos nada», afirmaba tras regresar a Bucarest Gheorghe Ion, uno de los expulsados de Francia. «Nos quedaremos si encontramos trabajo, pero es difícil porque el país es muy pobre», indicó otro gitano rumano que se vio obligado a abandonar Grenoble con su familia.
Las autoridades de Rumanía y Bulgaria, los dos países más atrasados de la UE, han reaccionado con firmeza ante la decisión de Sarkozy. Tanto es así que en Bucarest, la Alianza Cívica de los Gitanos, que agrupa a 21 colectivos, hizo un llamamiento a boicotear los productos franceses. Según el portavoz de esta organización, David Mark, «hay que boicotear los productos y servicios franceses en el ámbito europeo para recordar al Gobierno galo que los derechos fundamentales no se negocian».
En la República Checa, donde viven unos 300.000 gitanos, el ministro de Exteriores, Karel Schwarzenberg, acusó a Francia de racista, porque «la manera en que se realiza la expulsión contradice las reglas comunitarias». A su juicio, «al observar la política de seguridad francesa uno no evita la sospecha de que el racismo desempeña un papel importante en ese caso».
La polémica ha vuelto a recordar la grave situación que viven los gitanos rumanos y búlgaros en sus países de origen y en el conjunto de la antigua Europa comunista. Tanto en Rumanía, donde residen dos millones de miembros de esta etnia, como en Bulgaria, con unos 850.000, la miseria, la discriminación social y el racismo les acompañan dolorosamente a lo largo de su vida. Siete de cada diez rumanos rechaza que un gitano pueda integrar su familia. Por eso, para muchos a la emigración es la única forma de sobrevivir.
El director de la organización de defensa de los gitanos rumanos Amare Rromentza, Mihai Neacsu, explica que la mayoría de los que emigran forman parte de «comunidades tradicionales, muy pobres, que viven en zonas rurales, allí en donde están la mayoría de los problemas». Sólo en Francia se calcula que viven unos 15.000 gitanos rumanos. En el caso de Bulgaria, en los últimos años, unos 50.000 han abandonado el país para trabajar, muchas veces clandestinamente, en España, Italia, Alemania y Grecia.
Mecanismos de integración
Bucarest y Sofía han puesto en marcha mecanismos que facilitan la integración de la comunidad gitana, sobre todo en materia de educación y de salud pública. En Rumania, unos 650 mediadores aseguran un vínculo entre la escuela y la comunidad y se formaron 500 profesores de lengua romaní. Pero tanto Bruselas como diversas ONG consideran insuficiente estas medidas y acusan a los gobiernos de «pasividad» y a la Policía, de «racismo».
Dice un proverbio gitano que «cada uno tiene su lugar en la sombra», lo que refleja la realidad de esta comunidad en diversos países de la antigua Europa comunista. Basta con viajar por ciudades y zonas rurales rumanas y búlgaras, pero también de Eslovaquia, Hungría o Serbia, para ver a niños desnutridos y sucios jugando en los estercoleros de campamentos de chabolas y chozas sin agua corriente ni electricidad ni servicios sanitarios.
En muchos países, su tasa de desempleo alcanza el 100% y gran parte de los niños gitanos no están escolarizados. «Son los olvidados de la transición» del socialismo real al capitalismo, dice Milan Scuka, parlamentario de origen gitano de Eslovaquia. Confinados en grandes guetos en la periferia de ciudades y pueblos, suelen ser muy a menudo objeto de agresiones de grupos neonazis, como en Chequia, o de partidos parlamentarios xenófobos, como Jobbik en Hungría.
En algunos países los niños gitanos son escolarizados en centros para disminuidos psíquicos, y en Hungría, según Bernath Gabor, responsable del Centro de Prensa Gitano (RSK) de Budapest, un gitano tiene cincuenta veces menos posibilidades de obtener un diploma que un húngaro que no pertenezca a esta etnia. Peter Yovkov, miembro de la Cruz Roja de Bulgaria, explica que «los búlgaros y los gitanos viven juntos desde hace varios siglos, pero nunca se relacionan, y existe gran desconfianza».
Muchos gitanos búlgaros acaban siendo víctimas de redes mafiosas que los explotan para delinquir o mendigar. La situación de los miembros de esta comunidad en Europa del Este es tan grave que en un país como Chequia cerca de un millar ha pedido asilo político en Canadá, porque consideran que sus vidas corren peligro.