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Reuniones quincenales en busca de la paz
Netanyahu y Abbas acuerdan entrevistarse cada dos semanas tras aceptar el desafío de Obama para alcanzar un acuerdo en un año
NUEVA YORK. Actualizado: GuardarSi algo tenían ayer a su favor los líderes de Israel y Palestina eran las bajas expectativas que suscitaban las conversaciones de paz celebradas en Washington, así que el acuerdo de reunirse cada dos semanas se considera todo un éxito. Particularmente después de casi dos años sin negociaciones directas entre ambas partes. Benyamin Netanyahu y Mahmud Abbas han decidido cumplir el plan de Barack Obama, que pretende alcanzar un acuerdo en un año para triunfar allí donde han fracasado los últimos cinco presidentes de EE UU.
El que más cerca estuvo de lograrlo, Bill Clinton en 2000, estaba ayer presente en Washington a través de su esposa, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, que auspició el encuentro. Si hace diez años en Camp Davis la antipatía entre Yaser Arafat y Ehud Barak era tal que se limitaron los encuentros directos porque resultaban contraproducentes, la química entre Netanyahu y Abbas parece ser la opuesta. El primer ministro hebreo está empeñado en no ceder la marcha de las negociaciones a un comité de expertos. «Es mucho más optimista que nosotros», dijo uno de sus altos asesores a 'The New York Times'. «Ha hecho el cálculo interno de que está listo para alcanzar un acuerdo».
Sin necesidad de convertirse en grandes amigos, ambos mandatarios se dedicaron ayer buenas palabras que sientan las bases para el diálogo. «Respeto el deseo de soberanía de tu pueblo y estoy convencido de que puede reconciliarse con la seguridad de Israel», le dijo Netanyahu a Abbas al abrir las conversaciones. «Tu seguridad es la nuestra», le contestó Abbas en su turno, con la promesa de no cejar hasta encontrar a los asesinos de los cuatro colonos judíos que han tratado de boicotear las negociaciones con su ataque. «Creemos en vosotros y os apoyamos», atajó Clinton. «Ahora es momento de ponernos a trabajar». Y así lo hicieron.
Netanyahu, un primer ministro al frente de una frágil coalición de extrema derecha, al que todo el mundo ve como el mandatario más improbable para hacer las concesiones que requiere la paz, dice haber vuelto al poder para desorientar a críticos y escépticos. Durante los últimos meses se ha quejado a viva voz de que el enviado de Obama, George Mitchell, tenga que recorrer miles de kilómetros para llevarle un mensaje de Abbas, cuando ambos están a diez minutos en coche. De él partía el deseo expreso de reunirse cara a cara cada dos semanas, como se acordó ayer. El próximo encuentro será en su región los días 14 y 15, una semana antes de que se celebre en Nueva York la Asamblea General de la ONU.
La urgencia de Mubarak
Le acompañan en esas buenas intenciones el presidente egipcio Hosni Mubarak que, delicado de salud a sus 82 años de edad, siente la muerte pisarle los talones y teme a la incertidumbre que pueda seguir a su ausencia. Dicen que Mubarak está dispuesto a auspiciar futuros encuentros pero también quiere que Obama siga personalmente involucrado. Y ahora que el presidente de EE UU se ha colgado la dudosa medalla de acabar con la guerra de Irak, la paz de Oriente Próximo podría traerle el respeto que no le dio el Nobel. Obama ha tenido el buen juicio de trabajar arduamente en las negociaciones previas y de invitar al rey Abdalá II de Jordania, cuya figura es capital para la seguridad en la frontera palestina militarizada por Israel.
El primer papel de EE UU es encontrar fórmulas creativas con las que sortear el problema de los asentamientos judíos. Con toda su supuesta buena voluntad, Netanyahu ha sido inflexible en su decisión de no extender la moratoria de diez meses para nuevas construcciones que vence el día 26. Y Abbas se ha encajonado a sí mismo al afirmar que no puede hablar de paz mientras Israel siga construyendo nuevas colonias en los territorios ocupados.
Tras el atentado del martes será más difícil que Netanyahu ceda en su determinación, porque los colonos quieren empezar a construir hoy mismo, y el primer ministro pondría en juego la fragilidad de su gobierno. Todo apunta a que podría salvar la cara dejando expirar la moratoria pero sin autorizar en la práctica nuevas construcciones. EE UU ha pedido a Abbas que sea flexible, pero el líder palestino, debilitado en casa, pidió el fin del embargo y de todos los asentamientos. Sólo así está dispuesto a hablar de las fronteras, de la vuelta de los refugiados, del agua, de la seguridad y del futuro de Jerusalén, asuntos clave.