Huracanado Juli, herido Talavante
Una segunda parte de corrida de gran emotividad: Manzanares se pelea con el peor del envío y el manchego confirma su ambición
PALENCI A. Actualizado: GuardarCapaz de sembrar y esparcir en una plaza de bondadosa audiencia un ambiente de estimulante euforia. Las dos orejas del notable cuarto de Garcigrande, que rodó sin puntilla. Pero no por las orejas la euforia, sino por el talento, el dominio de toro y escena, el sentido genuino de la lidia, el orden de una faena aparentemente desencadenada e incontrolable.
Aparentemente: porque del primer lance al último muletazo todo tuvo su razón de ser. Toreo de recurso: la manera de encajarse por la mano izquierda y librar toro cuando le pareció que todavía no era hora de meterle mano. Toreo de valor: por la mano derecha se le vino acostado o encima el toro tres veces, y dos de ellas llegó a achucharlo y casi arrollarlo, pero entonces se fundieron valor y recursos. La manera de recuperar terreno y de ganárselo al toro, tan brioso, fue de torero de los buenos.
El repertorio: trincherillas cuando ya estaba gobernado el toro, rítmicos cambiados por alto o los auténticos de pecho, el muletazo entero enganchado y por abajo, el molinete mexicano vertical de giro veloz ligado con uno del desdén, tres de costadillo abrochados con el de la firma. Despaciosamente: el codilleo con la diestra, que, dicen, tanto ayuda a asentar los toros ; un garfio en el morro cuando hubo que tirar con la zurda para ir cerrando al toro cada vez más. El ajuste de dos tandas de naturales fue espléndido. Tardó en entrar en la función la gente. No por El Juli, ni por el toro tampoco, sino que Palencia es plaza de merendola en el cuarto. Con al boca llena no se podía corear la fiesta, ni ninguno de los pasos de su ritmo. Un poco fastidiosa la igualada pero soberbia la estocada, casi entera. Irresistible.
La corrida no venía embalada precisamente. Ni pinchada. Un primer toro romo, brocho y noble, rajadito, que Julián toreó floreadamente con el capote en un quite complejo: chicuelinas, tijerillas, el farol enroscado de El Calesero y, sobre todo, una revolera fantástica. Luego hubo que tapar y sujetar toro porque quería irse a tablas. Buena estocada. Bizco el segundo, que tuvo garrita y fijeza pero acabó reculando. Lo tuvo en la mano Manzanares sin soltarlo del todo ni romperse. A paso de banderillas una estocada desprendida. Talavante salió fresco y animoso, y se notaba. El tercero fue el mejor de los tres toros del primer acto.
Peleó en el caballo más que ninguno: dos varas. Vertical, acorbachado o ajosetomasado en la corta distancia, Talavante tiró bien del toro con su engaño de grandes dimensiones pero buen vuelo. Suaves toques, armonioso compás, firmeza. Gustó. Media, un pinchazo, entera contraria, un descabello.
Después de la exhibición de El Juli, que fue como un huracán, la corrida parecía otra. Como cuando ha pasado el huracán. Salió galopando el quinto, acucharadito, pero de impropia conducta, porque se vino cruzado varias veces, se tronchó en un derribo de caballo. Dio mucha guerra en la muleta: por sentarse, por cabecear, acostarse, meterse y revolverse o enterarse. Manzanares, desarmado tres veces, no tiró la toalla ni perdió la paciencia aunque el toro pedía brevedad. Una oreja como fuera. Para la foto de la puerta grande. Una excelente estocada.
Y el sexto, que también galopó. Descolgó, humilló y quiso, Talavante se soltó con el capote: el quite del Zapopán -o por lopecinas- en versión requeterrizada. Entusiasmada la gente con el invento. Y una faena de mucha verdad, como suele decirse.
Estatuarios ceñidos, acople con la mano derecha, el molinete cosido al de las flores, paseos entre tanda y tanda. El toro pedía distancia. Talavante prefirió apostarse encima y en una de las apuestas lo hirió el toro certero: cornada en la pantorrilla.
Sangre por la media hasta la zapatilla. No se inmutó Talavante. La gente lo sabía herido y empujó. Una estocada muy baja. Dos orejas. A la enfermería. La puerta grande y la otra: las dos.