PAN Y CIRCO

LO QUE VALE LA ROJA

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Aprovechando el fenónemo patriótico que ha despertado el triunfo de España en el Mundial de Sudáfrica, las tiendas de prendas deportivas están haciendo su agosto -valga la redundancia temporal- con la camiseta oficial de nuestra selección y alguna que otra edición especial para exprimir todavía más una posibilidad inédita de hacer caja. Es lo que los americanos, hace algunas décadas, bautizaron como 'merchandising', palabra horrorosa que define el afán de los hinchas por enfundarse algo que les identifique con sus héroes. Una posibilidad que -por tratarse en nuestro caso de un hito histórico- le está costando a los aficionados un ojo de la cara y parte del otro porque la preciada prenda con su obligada estrella conmemorativa supone el desembolso de 70 euros por barba. Partiendo de la base de que no todos hemos nacido para poder tener el poder adquisitivo de Javier Moyano, han de entender que el precio me parezca de lo más abusivo. Por mucho valor sentimental que desprenda el objeto y por muy alta que sea la calidad de una ropa en la que la firma poseedora de sus derechos ha volcado todos sus esfuerzos, conmigo que no cuenten. No se pueden hacerse ustedes una idea de lo que con su imaginación y la rebajas de por medio es capaz de hacer mi novia con más de 10.000 de las antiguas pesetas. Ahora, entiendo por qué los mercadillos locales de todas las poblaciones gaditanas también están haciendo su otro agosto con la versión cutre, pero infinitamente más barata de la camiseta de marras.

A fin de cuentas es la mejor forma de tener un recuerdo de los campeones del mundo sin que el bolsillo se resienta con un capricho que me parece una soberana frivolidad, teniendo en cuenta los tiempos que corren, pero que se está vendiendo como rosquillas en todos los almacenes para más desgracia de ese grupo de antiespañolistas disfrazados de antitaurinos.