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LA NEGOCIACIÓN

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Cualquier clase de acuerdo con los terroristas es malo, ya que presagia sucesivos chantajes, pero es peor no llegar a él. No sé si esto lo tienen presente quienes no están implicados: desde fuera de la cárcel se ven las cosas de otra manera, ya que no hay barrotes y solo puede contemplarse «la libertad de la parrilla». Tanto las asociaciones de víctimas españolas como los sindicatos policiales han desaprobado la forma en la que se resolvió el problema de los dos cooperantes catalanes secuestrados. Los únicos que han merecido la aprobación son los que estaban cautivos y volvieron a ser libres.

Es cierto que todo trapicheo con terroristas es una equivocación, pero en política hay que escoger con frecuencia entre lo que es malo y lo que es peor. La elección es dificultosa, pero sencilla. Hay que escoger la menos mala, incluso la menos pésima, cueste lo que cueste. Para no pagar por los secuestrados habría que llegar a un acuerdo unánime entre todas las naciones y asociarse frente a los piratas. Habría que dejar claro que no se está dispuesto a pagar un euro por nadie, pero también sería criticable proclamar que todos los prisioneros deben darse por muertos en el caso de negarse a dar dinero por el rescate.

Para que no haya trato alguno con los terroristas sería necesario eliminarles a todos. Se trata nada menos que de eso, pero no parece fácil: el terrorismo organizado se ha convertido en un negocio que compite, a la misma repugnante altura, con la explotación de prostitutas y el tráfico de armas. Es muy fácil criticar al Gobierno por haber pagado, en vez de hacerlo por los impagables servicios que está dejando que los paguemos por nuestra cuenta. Creo que ha hecho lo que tenía que hacer. Hemos perdido dinero, pero no se han perdido vidas y en toda caso un error, en el supuesto de que lo sea, es preferible a un horror.