SON DIEZ MIL
Actualizado: GuardarLos agoreros de siempre, los que en todas partes hay porque en la vida tiene que haber de todo, pronosticaban un batacazo de consideración si se certificaba el descenso a Segunda del Xerez. Los mismos que llevan anunciando la desaparición inminente de este modesto club desde hace más de diez años, los más gloriosos por otra parte desde 1947, hacían otra vez de profetas del Apocalipsis. De entrada, y como hicieron un año antes con Esteban Vigo, idolatraron a Gorosito hasta el punto de insinuar que si el argentino no renovaba, sería poco menos que el fin. Que adiós a los fichajes transoceánicos, al sobredimensionado y bien remunerado cuerpo técnico y adiós a la oportunidad única de despachar a los Monterrubio, Rondán, Poyatos... Al final, el «Pipo» no siguió porque se subió de la noche al día a una parra imposible para las posibilidades del club, pero el doble del «Capullo» se salió con la suya y murió matando. Ni siquiera se tuvo en cuenta la opinión de los administradores. Parecía que, muerto el perro, se acabaría la rabia. Porque poco después tampoco acertaron con Viqueira. Al gallego le reprochaban su inexperiencia en los despachos, pero el «Mago» ha contestado con hechos, con un plantel cuajado de calidad y de coherencia con su forma de ver el fútbol. Pero, sobre todo, los agoreros no contaban nunca con la respuesta de una hinchada que ha demostrado que el xerecismo, mal que le pese a algunos, está muy vivo. Más allá de las oscuras intenciones de su todavía accionista mayoritario, de la indolencia de los actuales gobernantes municipales y del ninguneo al que está permanentemente sometido por parte de alguna que otra administración históricamente poco afín, el Xerez no sólo sigue atravesando una época dorada en lo deportivo, sino también en lo social. Los 10.000 abonados superados hablan claro de la dulce madurez que vive el club. Como punto de partida para la definitiva normalización de la entidad, no está nada mal. Agoreros aparte.