AL CABO DEL MES

AGOSTO, FRÍO AL ROSTRO

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Efectivamente, por los cojones. Quien mejor vio el fondo del problema fue Marx («¿Por qué debo preocuparme por la posteridad? ¿Qué ha hecho la posteridad por mi?»), como que el pensamiento de Groucho haya calado más que el de Carlos... que los payos estamos acelerando el cambio climático ya no lo duda ni la que inventó la sostenibilidad, y en la historia aquella tan bonita de Nuestro Futuro Común en la que el desarrollo sostenible satisfacía las necesidades del presente sin comprometer las de generaciones futuras estamos en lo mismo de siempre, en un expediente de gasto en el que la administración cumple los objetivos de su presupuesto en base cero para su posterior estudio estadístico y archivo pertinente, esto es el triple salto mortal de la psicolingüística donde el que lo dice lo entiende y que deviene en una mezcla de cantiflismo y gongorismo, sino, pruebe a decir con acento mejicano Ándeme yo caliente y ríase la gente. Lo que pasa es que de caliente estamos sobraos estos días, si acaso se reirá Noeli (en Laponia, que hace frío) porque lo que es el que a las cuatro de la mañana tiene la nuca y el espaldar como una charca, por discreto que sea, lo menos que hace es acordarse de la doctora Brundtland («Oh, me estoy acordando de usted, doctora Brundtland») que para eso es la madre del palabro sostenibilidad. En fin, si observa usted lo escrito hasta ahora llegará a la conclusión que el calor está afectando ya al presente por lo que puede que los del futuro, las pamplinas Fahrenheit, las lleven ya en los genes... Por cierto, cualquiera se pone a quitar la placa de Sanjurjo con esta calor... dejando claro que cualquier tiempo pasado nunca fue mejor (bueno, igual cuando escribieron el refrán de ese de agosto... digo yo, sin ánimo de ofender).