NADANDO CON CHOCOS

TWITTERFAUNA

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Asomarse a la ventana del mundo puede parecerse a viajar hasta el lugar más recóndito de la Tierra y encontrarse una enorme valla publicitaria que dice 'Beba Coca Cola'. Le ha pasado a Andrés Calamaro, que ha definido a los habitantes de Twitter como «un coro de subnormales generadores de concepto light». A los genios excesivos no hay que tomarlos al pie de la letra, pero un vistazo a las faunas del 'microblogging' resulta, en ocasiones, desolador. Sobre todo si uno se pregunta un buen día qué hace y que piensa la Humanidad y cae en la cuenta de que ni hace, ni piensa.

Están los simples. Leerlos es escuchar a la vecina en el ascensor con semblante interesado mientras en la cabeza de uno sólo aparece un chimpancé vestido de 'munipa' tocando un gracioso tambor. Machacan con el gerundio: siempre están llegando, saliendo, leyendo, probando o adorando. Dan los «Buenos días, Twitter» cada mañana, y anuncian que «hoy va a ser un día duro» porque tienen una reunión importante. ¡Duro, dicen! Como si tuvieran que asfaltar la Jerez-Los Barrios o enterrar a su padre. «Estoy cansado/a» o «Me encanta el helado de fresa» también confirman que es mejor callarse y parecer un idiota que hablar y despejar las dudas.

El tuitero simple presenta una variación maligna: la versión 2.0 de aquel comemierda que gritaba por su móvil «Fulana, estoy en el AVE». Este es capaz de vender un riñón por conectarse desde el extranjero y comentar lo rico que le está «sabiendo» el café que se está «tomando» en su bareto preferido de la Quinta Avenida. Su tweet favorito es el que incluye «estoy en la T4»; con eso muere. Mientras, uno reconoce que las ventanas al mundo no siempre tienen buenas vistas.