China se indigna con la Policía filipina
Pekín exige que se esclarezcan las dudas que planean sobre la autoría de los disparos que mataron a ocho rehenes en un autocar
Actualizado: GuardarTragedia, error, desastre, incompetencia, chapuza. Según pasan las horas y van conociéndose detalles sobre el secuestro y el posterior asalto del autobús de Manila, la indignación en China crece. También el número de rehenes muertos. Después de que uno de los heridos pereciera ayer por la mañana, ya suman nueve, todos ellos chinos de Hong Kong. Sin embargo, aunque toda la operación fue retransmitida en directo por televisión, quedan muchas preguntas sin respuesta. Por eso el Ejecutivo chino ha puesto el grito en el cielo y se ha abierto una investigación en la que participarán especialistas del gigante asiático.
Las imágenes de televisión ya son más que suficiente para cuestionar la profesionalidad de los comandos especiales filipinos. El secuestrador, que estaba armado con un fusil de asalto M-16 y exigía su reincorporación al cuerpo, apareció tranquilo en la puerta del autobús, incluso saludó a la prensa, y los francotiradores no abrieron fuego contra él. Tampoco intentaron reducirlo cuando se introdujo comida y se abasteció de combustible al autobús para que funcionase el aire acondicionado. Después de varias horas de tensión en las que Mendoza dejó salir a nueve de los 25 rehenes, y aunque las autoridades filipinas aseguran que le transmitieron una propuesta, no fue posible el acuerdo.
El Gobierno decidió entonces utilizar la fuerza. En esa resolución pesó el testimonio del conductor, que había conseguido escapar por la ventana antes del primer intento de asalto. Según diferentes fuentes, éste aseguró que, o todos los rehenes estaban muertos, o Mendoza había comenzado a asesinarlos. «He matado a dos chinos y me los cargaré a todos si no paráis», declaró el secuestrador a una radio local poco antes de que comenzara el asalto. Sus palabras dieron verosimilitud a la versión del conductor, y el operativo se puso en marcha.
Sin embargo, dentro del autobús muchos rehenes sólo se hacían pasar por muertos. Es el caso del matrimonio Leung, que decidió echarse al suelo y mantenerse inmóvil para evitar que los dispararan. El marido protegió a sus tres hijos con su propio cuerpo, pero no fue suficiente para salvarles la vida cuando comenzó el intercambio de disparos. Él y sus dos hijas, de 13 y 21 años, fueron acribillados a balazos.
Incógnitas
Una de las grandes incógnitas es de dónde procedieron los proyectiles, porque, según la señora Leung, Mendoza nunca mostró intención de matarlos. No obstante, los treinta efectivos de las Fuerzas Especiales dispararon varias ráfagas contra el autobús, al que tardaron hora y media en acceder. «Fue como una operación militar a cámara lenta», criticaba anoche el locutor de la televisión oficial china mientras se mostraba cómo los policías trataban de romper las ventanas y de abrir la puerta con un ariete y poca suerte. De la familia Leung sólo consiguió salir ilesa la madre. Su hijo varón continúa en la UVI. «No puedo aceptar lo que ha hecho el Gobierno filipino», comentaba en el hospital entre sollozos.
El Ejecutivo de Hong Kong tampoco aprueba la actitud de las autoridades filipinas. Su jefe, Donald Tsang, estuvo tratando comunicarse con su homólogo Benigno Aquino durante horas sin éxito. Cuando lo consiguió ya era demasiado tarde. «Es una gran tragedia. Encuentro decepcionante el modo en el que ha sido llevada la operación, y especialmente el resultado», señaló ayer Tsang, y recomendó a todos los turistas de Hong Kong que eviten viajar a Filipinas, y que regresen aquellos que ya están en el archipiélago.
Todas las banderas de la ex colonia británica ondearon a media asta, los periódicos publicaron portadas en blanco y negro, políticos y ciudadanos se manifestaron frente al consulado filipino, y los internautas se desahogaron en Internet. El ministro de Asuntos Exteriores chino, Yang Jiechi, que ha exigido una investigación rigurosa al presidente filipino. Aquino, sin embargo, ayer todavía respaldaba la actuación de su policía.