Rescate sangriento de un autobús en Manila
El secuestrador mató a siete pasajeros antes de morir abatido por la Policía
Actualizado: GuardarEl ex policía Rolando Mendoza salió ayer de casa a primera hora de la mañana, dispuesto a recuperar su trabajo en el cuerpo. Caminó hasta el céntrico parque Rizal de Manila (Filipinas) armado con un fusil de asalto M16 que desenfundó a las 10 en punto. Rifle en ristre, irrumpió en un autobús con 25 personas a bordo, casi todos turistas hongkoneses. Siete pasajeros murieron víctimas de los disparos de su captor antes de que los uniformados le abatieran a tiros.
Una hilera interminable de ambulancias y coches patrullas se aglomeró enseguida en el lugar. La prensa llegó acto seguido para retransmitir en directo el desarrollo del secuestro. Valiéndose de un cartón y bolígrafo, Mendoza comunicó al exterior su propósito de recuperar el puesto que perdió en 2008 tras extorsionar al 'chef' de un hotel y verse envuelto en un turbio asunto de drogas. De lo contrario -advirtió-, acabaría con todos. Los rehenes asistieron a su drama por partida doble a través de los monitores del vehículo, glosado por los comentarios sensacionalistas de los tertulianos de televisión.
Durante el curso del secuestro, el ex agente accedió a liberar a nueve pasajeros, incluidos tres niños y un diabético. Su hermano Gregorio, también policía, llegó al parque enfurecido por el desempeño de sus compañeros. «Han tratado de matarle», imprecó intranquilo. Los agentes le acorralaron e introdujeron en un vehículo policial para trasladarle a comisaría. La detención exacerbó los nervios del captor, que inmediatamente plasmó en la pizarra improvisada el «gran error» que acababan de cometer. «He disparado a dos chinos. Terminaré con todos si no se detienen», prometió en declaraciones a una emisora de radio. «Puedo ver a muchos efectivos especiales que se acercan. Sé que me van a matar. Deberían irse porque en cualquier momento yo haré lo mismo aquí», prosiguió.
«¡Todos están muertos!»
Entre tanto, el conductor logró desprenderse de las esposas que le colocó el raptor y escapó del vehículo entre gritos: «¡Todo el mundo está muerto», se desgañitó ante los medios. En vista de las circunstancias, los agentes decidieron no demorar la intervención. Una ráfaga de disparos detuvo el primer intento, llevado a cabo por la puerta trasera del vehículo. La Policía volvió a intentarlo más tarde, nuevamente entre una lluvia de munición. Uno de los tiros, efectuado por un francotirador, atravesó la luna del vehículo y terminó con la vida del verdugo. Su cuerpo inerte quedó colgado del cristal roto de la puerta delantera del autobús.
El coronel de la Policía Nelson Yabut explicó a la prensa que ordenó abrir fuego después de que el secuestrador, de 55 años, decidiera hacer lo propio. «En nuestro primer asalto, el capitán Mendoza se tumbó en el pasillo y disparó a nuestros hombres. En el segundo le matamos», declaró. Los agentes encontraron en el interior un escenario dantesco regado de sangre. Las autoridades confirmaron en un principio el fallecimiento de cuatro de los quince ocupantes que quedaban a bordo. Más tarde, el número se elevó a siete, todos hongkoneses. Otros dos pasajeros resultaron heridos de gravedad y seis más permanecían hospitalizados al cierre de esta edición.
El Gobierno de la región china confirmó la muerte de sus conciudadanos por boca del jefe del Ejecutivo, Donald Tsang, que expresó su malestar por el modo en que las autoridades filipinas gestionaron la crisis. «Creo que el desenlace final ha sido decepcionante», declaró enfadado. Pekín guardó silencio.