Tribuna

Esfuerzo y presión fiscal

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Si fuera categórico en sus explicaciones, sí disipara las dudas en lugar de crearlas y sobre todo si fuera sensato en la gestión del dinero que es de todos, me referiría a él como Excmo Sr Ministro. Cuando hace exactamente lo contrario, no tengo más remedio de dirigirme a él como intrépido bachiller, que confunde conceptos fiscales básicos para explicar el derrotero actual de los ingresos y del gasto público. Además, lo menos que se le puede pedir a un gobierno, es seriedad y coherencia a la hora de de prever posibles reformas fiscales. Nos tienen acostumbrado al desgobierno, que supone desdecirse de lo dicho de forma permanente, como si esa errática forma de hacer política no tuviese un efecto perverso sobre los mercados. Y en economía, los mercados evalúan y cuantifican todo en dinero, y así nos va.

El Presidente del gobierno llegó a decir dos años atrás, que bajar los impuestos era progresista. Posiblemente en una de las dos tardes en las que fue aleccionado en el aprendizaje de la economía, le indicaron que las pérdidas que experimentan los compradores y los vendedores como consecuencia de un impuesto son siempre superiores a los ingresos que recauda el Estado. Es decir, el excedente del consumidor y el del productor disminuyen como consecuencia de la acción impositiva, que no hace sino distorsionar el resultado natural del mercado, llamándosele a ello pérdida irrecuperable de eficiencia. Quizás por todo ello, ZP defendió en su momento las bajadas de impuestos. Pero eran otros tiempos y bajando los tipos impositivos, era posible justificar una alta presión fiscal. Ahora, ante la situación de recesión económica que padece España, el indicador de presión fiscal se ha derrumbado, pasando de un coeficiente que superaba el 38% en 2007, a otro que no supera el 30% en 2010. En la segunda tarde de aprendizaje acelerado de economía, posiblemente no supieron dar una explicación coherente del fenómeno. Quizás, el Sr Sevilla, D. Jordi, no indicó adecuadamente la diferencia entre presión fiscal y el esfuerzo fiscal que las familias españolas hacen a la Hacienda Pública. Así, el esfuerzo fiscal sobre el salario (impuesto que lo gravan, incluyendo las cotizaciones a la Seguridad Social) que soporta un asalariado medio español es el tercero más alto de Europa, sólo por debajo de Portugal e Italia.

¿Cómo calcular la presión fiscal? Ésta es el resultado de dividir los ingresos fiscales entre el Producto Interior Bruto. La cantidad resultante actual gira en torno al 30%, casi ocho puntos por debajo de la media europea, según datos de la OCDE. La causa del desplome de los ingresas fiscales reside en la caída de la actividad económica y no en que los tipos impositivos sean bajos. En 2007, el índice de presión fiscal se situó en el 37,5%. El descenso actual se justifica en la caída de los beneficios empresariales y en el del número de rentas salariales que tributan, consecuencia del galopante desempleo que padecemos. Ambos conceptos se encuentran por los suelos, lo que corrobora la drástica caída de los ingresos fiscales y por ende del índice de presión fiscal. Observamos que algunos políticos confunden esfuerzo fiscal y presión fiscal. La ignorancia en la materia les lleva a justificar la subida impositiva para equipararnos a Europa, porque los «impuestos en España son muy bajos», palabras textuales del bachiller Pepiño. Y su argumento, «no podemos tener servicios públicos, ni infraestructuras de primera, con esos impuestos tan bajos». No se dan cuenta que el PIB ha caído un 3,6%, y es éste el dividendo utilizado para el cálculo de la presión fiscal, siendo el divisor la recaudación fiscal, que ha retrocedido un 29%. Ésta es la explicación de la caída por los suelos de la presión fiscal y no que los impuestos en España sean bajos. Presumiblemente, si el Gobierno creara las condiciones para la creación de empleo, lo que únicamente será posible si se acometen reformas drásticas en la legislación laboral (sobre todo en la negociación colectiva), los desempleados de hoy volverán a ser contribuyentes netos, amén de la importante reducción en la prestación de desempleo, cuya nómina anual para el año 2010 va a superar los 40.000 millones de euros.

Es muy posible que el Ministro omnipresente en ésta etapa estival (controladores aéreos, pulpeiro, aficionado a los toros, intrigas electorales para designación de candidatos.) y también, queriendo sin saber sentar cátedra en términos hacendísticos, no fue lo suficientemente espabilado a la hora de entender y tratar de explicar las variaciones de las pérdidas irrecuperables de eficiencia y de los ingresos fiscales con las cuantías de los impuestos. Lo suyo sin duda, no ha sido exteriorizar una explicación convincente de la Curva de Laffer. Ésta se construye sobre la idea de que una reducción de los tipos impositivos podría elevar los ingresos fiscales y viceversa. El argumento esgrimido por el economista estadounidense no debe descartarse totalmente. Normalmente ocurre que un recorte de tipos impositivos reduce los ingresos, en otras ocasiones ha quedado demostrado, que los ingresos fiscales generados por el estrato social de mayor capacidad económica, que lógicamente están sujetos a los tipos impositivos más altos, aumentaron cuando se bajaron sus impuestos. Contra más altos sean los tipos impositivos, más posibilidades de hacerse realidad la teoría de la Curva de Laffer.

Sin alternativa posible a la subida de impuestos, que debiera ser la bajada del gasto público, reconsiderando las partidas del gasto social, pero que como digo ésta no se contempla, el camino emprendido por el Gobierno, supondrá dejar a los ciudadanos con menos poder adquisitivo y sin capacidad de ahorro. El disparatado gasto corriente de las Administraciones públicas en general, debiera adecuarse a las nuevas circunstancias con urgencia. Sólo dos cuestiones a colación con éste a título de ejemplo. ¿Han adaptado los ayuntamientos su estructura orgánica y de personal en las áreas de urbanismo a las reales necesidades de caída de la actividad y por lo tanto de gestión? ¿La ingente cantidad de personas contratadas para la gestión de fondos europeos, tienen razón de seguir existiendo a pesar de la práctica inexistencia de cantidades provenientes de esa naturaleza? La respuesta la tiene cada contribuyente, que espero vote pensando en la cartera y no con el corazón.