ESPAÑA

La ciudad vuelve a la normalidad... entre tanques

Los 'pasadores', las empleadas domésticas, los camiones cargados y el ir y venir continuo volvieron a los puestos fronterizos de la ciudad

MELILLA. Actualizado: Guardar
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Melilla recuperó ayer la 'normalidad' tras el fin del bloqueo marroquí. La 'normalidad' de una ciudad en la que no es extraño ver, como sucedió ayer, a una columna de carros de combate del Ejército de Tierra circulando por el centro de la urbe de vuelta de unas maniobras por el perímetro fronterizo. Regresó a la 'rutina' en la que es moneda corriente contemplar cómo centenares de conductores-contrabandistas retiran parte del motor de sus vehículos a la vista de todo el mundo, incluidos policías, para cargar el espacio con botes de zumos o sacos de azúcar a las puertas del paso fronterizo de Beni-Enzar.

Las aguas volvieron a su cauce tras el acuerdo entre los comerciantes melillenses y los activistas marroquíes y cerca de 3.000 'pasadores' a la hora volvieron a atravesar los cuatro pasos fronterizos cargados de mercancías 'ilegales', «un ritmo habitual en un día previo a un viernes de Ramadán», según explicaron mandos de la Policía Nacional en la frontera de Beni-Enzar. Volvieron a verse escenas como las de la anciana que porta un bulto a la espalda del doble de su tamaño por el paso del Barrio Chino y como otras dos mujeres mayores acarrean con un lavaplatos. Unas imágenes que en los últimos días brillaron por su ausencia. También las tres millares de las empleadas domésticas marroquíes que cada día pasan a Melilla para trabajar acudieron hoy puntuales a su cita con las colas, los tornos y las jaulas que dan acceso a la ciudad española. Nadie las molestó.

Por ese paso fronterizo, en el que desde la tarde del miércoles ya no lucen las pancartas que acusaban a la policía española de «racista» y de malos tratos a ciudadanos del país vecino, entraron desde las 7.30 y hasta las 10.30 horas una treintena de camiones y furgonetas cargados de verduras, frutas, pescados y material de construcción. Los mismos vehículos a los que se les había impedido el paso en dos días anteriores por parte de los piquetes de los autodenominados Coordinadora Civil en el Norte de Marruecos y el Comité Nacional para la Liberación de Ceuta y Melilla.

Los piquetes no se presentaron ayer en la 'tierra de nadie'. La 'normalidad' también retornó a la supuesta 'zona neutra' -reducida ya a un puñado de metros cuando en sus orígenes era de medio kilómetro- y los policías marroquíes regresaron a su rutina de invadir sin disimulo esa 'tierra de nadie' y a plantarse a menos de un metro de la valla azul que delimita el territorio español. Los agentes del país magrebí recuperaron asimismo sus habituales toscos modales con la prensa española, a la que sólo horas antes dejaban campar a sus anchas por la 'zona neutra'. Y es que ahora ya no hay activistas marroquíes para denunciar el racismo del Cuerpo Nacional de Policía ni pancartas insultantes contra España que fotografiar.

Con la 'normalidad' también llegaron de nuevo las interminables filas de vehículos para cruzar la frontera con Marruecos. Una espera mínima de dos horas, según los responsables de la Policía Municipal en la zona, quienes denunciaron, una vez más, que la policía marroquí se niega a abrir los otros tres carriles que tiene el paso (rehabilitado a cargo del presupuesto español) para agilizar la espera de sus conciudadanos.

Lo normal

«Lo de siempre, lo habitual», resumía con resignación y guasa un agente del cuerpo local melillense mientras intentaba mantener a duras penas el orden entre los destartalados vehículos cargados de mantas, yogures, zumos, pañales y artículos de todo tipo.

La imagen quizás más hermosa de esa 'normalidad' en la ciudad fue la del Mercado Central de García Cabrelles. Tras un día de desabastecimiento, el pescado fresco del Mediterráneo volvió a los puestos transportado por 13 furgonetas. Lo hizo algo más tarde lo normal, pasadas las 10.00 horas, por un problema burocrático en la frontera por el sobrepeso de uno de los vehículos que acarreaban la cosecha del mar. Mientras en la primera planta de ese mismo edificio, desde horas antes, los estantes ya rebosaban de todo tipo de frutas y hortalizas llegadas en buena parte de Marruecos, aunque tampoco faltaban productos de la huerta de Almería o Murcia.

El andamio también retomó su actividad. Todavía a última hora de la mañana se podían ver los viejos camiones franceses con matrículas marroquíes descargando ladrillos y gravilla recién llegada de la vecina región de Nador en las nuevas urbanizaciones en construcción cercanas al Río de Oro, que parte la plaza española en dos, y es una de las pocas zonas de esta ciudad enclaustrada en una triple valla de seguridad en la que aún queda algo de espacio libre para edificar.

Y en los bares y en las calles del centro de la Nueva Melilla se volvió a ver la estampa de la ciudad, si bien es cierto que en ningún momento, ni en los más tensos, se había perdido: decenas de uniformes y patrullas de todos los colores, del Cuerpo Nacional de Policía, la Guardia Municipal, la Guardia Civil, el Ejército, la Marina o la Policía Militar departiendo animados con parroquianos marroquíes y españoles, cristianos y musulmanes que compartían un té verde y discutían sin mucho fragor sobre quién tiene la culpa de todo lo que ocurre en la frontera . «Lo normal, lo de siempre», resumió un veterano oficial de la Legión.