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LOS SOBRANTES

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No se sabe si somos muchos o pocos los que hemos coincidido en nuestra vacación en este planeta, pero sin duda somos demasiados.

Sobra gente en las playas, en las calles y no digamos en los partidos políticos. Es cierto que hay muchas personas repetidas, pero en las estadísticas hay que contarlas de uno en uno. En el llamado «viejo continente», cuya edad no excede a la que el fantasmagórico Génesis atribuye al mundo, había menos pobladores, lo que determinaba que hubiera pueblos casi vacíos. Las aglomeraciones eran escasas. Además abundaban los profetas, casi todos hidráulicos, que acampaban en lo más alto de las columnas, predicando la salvación eterna no sólo para los que se apearan a tiempo, sino para sus acompañantes. En aquellos tiempos bíblicos no se exigían papeles, pero todo eso ha cambiado al llegar otros y ahora el enemigo de la colectividad es el número. Nuestros vecinos los franceses lo han visto clarísimo: si quieren seguir siendo naturales de Francia tienen que deshacerse de quienes no tengan «papeles» que acrediten esa circunstancia.

Están metiendo en aviones a los gitanos rumanos y búlgaros, aprovechando que son nómadas por naturaleza. El verano siempre ha sido una estación propicia para hacer excursiones y ya han sido desmantelados unos cincuenta poblados ilegales. La ONG dice que eso no va a servir de nada, ya que los expulsados volverán, más que nada porque no tienen un lugar donde quedarse. La única solución parece que es echarlos, pero sería redundante mandarles a la mierda porque casi todos esos inmigrantes llevaban una larga temporada residiendo allí, en sus países de acogida. ¿Cómo hacer algo por ellos? En las épocas de crisis la prioridad es hacer algo por nosotros. Incluso los que quisiéramos ayudar a nuestro médico y a nuestro farmacéutico a dejar de fumar, que fuman mucho, no lo tenemos fácil. Se resisten.