Pase de pecho del Cid a un ejemplar 'jabonero' de la divisa gaditana. :: JAVIER ETXESARRETA
Sociedad

Torrestrellas encastados y buenos

Corrida notable que deja muy alto el listón ganadero para los próximos díasEl festejo se salda con excelentes estocadas de El Cid y, por partida doble, del joven Sergio Aguilar

SAN SEBASTIÁN. Actualizado: Guardar
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La corrida de Torrestrella salió de tres pintas. Mayoría negra: los tres últimos. Negros y lustrosos fueron los seis torrestrellas con los que se inauguró la plaza de Illumbe en agosto del 98. No tan lustrosos ninguno de esos tres, pero uno de ellos, cuarto de corrida, salió bueno de verdad. El ilustre ganadero que creó Torrestrella, don Álvaro Domecq, adivinó en el toro una virtud que no parecía propia del toro sino del torero: el temple. Y ese cuarto de corrida, 540 kilos, corto y acodado, ligeramente montado, las palas grises, con todos sus atributos, tuvo justamente temple: ritmo regular al embestir, y hacerlo por las dos manos.

La corrida salió encastada.

Otra nota destacada fue el acierto con la espada: las dos estocadas de El Juli el día 15,,la de Manzanares el lunes y en esta fiesta del martes tres sopapos del todo inapelables. El Cid hizo rodar al cuarto de una entera a capón ligeramente delantera pero de impecable ejecución. Sergio Aguilar cobró con los dos de su lote otras tantas estocadas de las que, con idea de magnificar sus méritos, los viejos revisteros llamaban «hasta el puño». Estocadas que valen orejas. Una para El Cid, que, más fácil que brillante con el primero, no redondeó con el cuarto pese a su firme empeño y su seguridad; y otra para Sergio, que firmó los lances y muletazos de más ajuste y riesgo, porque con el encastado segundo hubo que tragar más de lo previsto y porque el quinto no se dejó gastar ni una broma. Luque hizo cosas de torero bueno, puesto, largo y hecho -muletazos rizados, toques seguros, remates airosos- pero ni con el sardo calzón ni con el interesante sexto de incierto aire terminó de cuajar dos tandas seguidas de las que rompen faena. Con el capote se distinguió por su ajuste, variedad, firmeza y particular laconismo Sergio Aguilar, que no perdonó ninguno de sus quites y les bajó a los dos suyos humos y manos en el recibo, de estrechuras formidables