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Justicia y empatía

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Definitivamente, Sarkozy ha dejado a un lado sus ínfulas de líder internacional e hiperactivo y parece haberse centrado en su papel, más modesto, de presidente de Francia. Lo que sí permanece de él es su abrumador activismo. Se ve a la legua que a Sarkozy la teoría no le va: de proponer nada menos que la refundación del capitalismo sobre bases éticas, ha pasado a la tarea concreta de machacar inmigrantes sin papeles. Algo práctico tenía que hacer el hombre, más allá de formular propuestas teóricas difíciles de cumplir. Machacar inmigrantes sin papeles es algo muy concreto y empíricamente constatable, y para el presidente francés debe representar una tarea sumamente motivadora, pues le resarcirá del cachondeo generalizado que produjo aquello suyo sobre el capitalismo. Es, además, una actividad que está muy en consonancia con el espíritu liberal de nuestra época: flexibilidad con los ricos e intransigencia con los desheredados.

Sin duda, el prestigio de Sarkozy aumentará a los ojos de quienes postulan una gobernanza global sin complejos. Desactivada la función civilizadora de la política, se vislumbran tiempos de ética social escasa. Se extiende entre los gobernantes del mundo la idea, muy liberal por cierto, de que la ética complica y entorpece la acción de gobierno. Predomina un pragmatismo maquiavélico que amenaza con llevarnos no se sabe dónde. Porque, la verdad, es que nadie parece conocer el rumbo más adecuado para un mundo desnortado desde hace tiempo: aparte del consabido objetivo de controlar el déficit de los estados por debajo del tres por ciento, ¿sabemos qué más se puede hacer aparte de machacar inmigrantes sin papeles?

En mi maleta de vacaciones han viajado este verano dos únicos libros: uno es «La idea de la justicia», del Premio Nobel de Economía Amartya Sen; el otro, «La civilización empática», del pensador social Jeremy Rifkin. Los leo al mismo tiempo, alternativamente, como suelo hacer con mis lecturas, y como el espacio de esta columna no da para más detalles, sólo le traslado -lector, lectora- una primera conclusión personal: ni la justicia ni la empatía parecen estar entre los intereses de quienes nos gobiernan, que, por cierto, no son sólo ni principalmente los políticos. Y pienso: algo tendríamos que hacer los de a pie para que la justicia y la empatía encuentren un hueco en este mundo nuestro tan esquivo con ambos principios.