Sólo Alejandro Morilla se había vestido de luces esta temporada. :: ESTEBAN
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Jesuli de Torrecera corta una oreja y pierde la puerta grande por la espada

Variado encierro de Cebada Gago en El Puerto en el que sobresalieron el bravo cuarto y un encastado tercero

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El punto culminante de la siempre esperada corrida de Cebada Gago se vivió durante la lidia del cuarto toro de la tarde, un colorado salpicado, de nombre Lacero, de 505 kilos de peso. Fue un animal bravo que recibió tres puyazos y que presentó gran fijeza y enorme emoción en la embestida. Tras estirarse con gusto a la verónica con las manos bajas y la suerte cargada y realizar después un airoso galleo por delantales, Jesuli de Torrecera inició el trasteo a este ejemplar con toleros doblones por bajos. Recibieron tandas de derechazos arrebatados, ligados y hondos, que el encastado toro tomaba entregado y humillado.

Toro y torero no alcanzaron el mismo grado de conjunción en el toreo al natural, por lo que Jesuli retoma las granelas con la diestra con la que apura las últimas series a este bravo animal. La puerta grande que el de Torrecera tenía entreabierta se le cerró por el mal uso del estoque.

Una oreja había obtenido del huidizo Cebada que abrió plaza, pese a que aquerenció en chiqueros y presentó una embestida áspera y brusca. Valiente y digno resistió el forcejeo el de Torreceda para extraerle algunos muletazos de muchísimo mérito y exposición.

De la joven perla actuante, sólo Alejandro Morilla se había vestido de luces esta temporada. En El Puerto, no tuvo suerte en su comparecencia, puesto que sus dos oponentes resultaron mansos y descastados, que acometían violencia de forma descompuesta. Sólo pudo mostrar disposición en su larga cambiada a porta gayola con la que recibió al segundo y el enorme esfuerzo realizado para pasar de muletas a sus enemigos tras aguantarle dudas, miradas y coladas.

El tercero de las sueltas fue un cárdeno encastado que repitió con cierta boyantía las embestidas. Tras sufrir Antonio José Blanco dos coladas por el pitón izquierdo, optó por el toreo en redondo, planteado en un ardiente toma y daca en el que hubo de sortear a viejas aviesas miradas la exigencia de la encendida casta del Cebada. Tanto en éste como en el desrazado sexto, le faltó, tal vez, bajar más la mano y plantear la pelea más en los medios, donde los toros hubieran acometido ajenos a las querencias. La esperanza del Cebada Gago sigue viva.