Familiares de las víctimas tras depositar flores en Tokio. :: AP
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Japón pide perdón por el sufrimiento que causó a Asia durante la guerra

El Gobierno de Kan y el emperador Akihito renuevan el compromiso por la paz y se desvinculan de los homenajes al Ejército del imperio

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«Aquí proclamamos la rendición incondicional ante las potencias aliadas de los cuarteles imperiales y todas las fuerzas armadas japonesas donde quiera que se encuentren», rezaba el acta de capitulación firmado por el ministro de Exteriores, Mamoru Shigemitsu, a bordo del 'USS Missouri', anclado en la bahía de Tokio. Aquel documento de dos páginas fechado el 2 de septiembre de 1945 certificaba el fin del imperio divino de Hirohito y las ansias colonialistas de una sociedad que desde finales del siglo XIX sufrió una progresiva militarización derivada en un poder fáctico paralelo al Gobierno con la complicidad del emperador, que volvió sus ojos hacia el continente asiático en busca de unos recursos naturales de los que carecía el ya industrial archipiélago del Sol Naciente.

Pero para entonces los japoneses llevaban más de dos semanas de lágrimas en añoranza de un régimen que cayó de forma paralela a que lo hacían las bombas atómicas estadounidenses en Hiroshima y Nagasaki, las que finalmente llevaron a Hirohito, ya recuperada su condición de humano tras renunciar a ser más un dios viviente, a anunciar «la rendición incondicional» en un mensaje radiado. Fue el 15 de agosto de 1945. Desde aquel día Japón se rinde cada año, aunque enmascara su constricción en un homenaje a los 2,3 millones de soldados y 800.000 civiles muertos en el conflicto que se celebra en el santuario militar de Yasukuni.

Ayer se completaron 65 años de vergüenza. Por la derrota -para algunos de los que aún sobreviven a aquel acontecimiento- y por las atrocidades que los uniformados nipones cometieron -para quienes heredaron una historia difícil de aceptar-. Los nuevos japoneses han considerado que el tiempo pasado permite ya pedir perdón. Lo hicieron la semana pasada por la invasión de Corea (1910-1945) y ayer por «el sufrimiento» causado durante las invasiones bélicas en Asia.

El primer ministro, Naoto Kan, fue el encargado de presentar las disculpas y de expresar «el profundo remordimiento y los sentimientos de condolencia» de un país que fue representado por las alrededor de 6.000 personas que se congregaron en el estado Budokan de la capital. Ante el actual emperador Akihito, lamentó «los grandes daños y dolores significativos» cometidos en los territorios vecinos durante la feroz campaña expansionista que, aún hoy, enturbia muchas relaciones diplomáticas.

Compromiso de paz

Kan reiteró el compromiso por la paz establecido por la Constitución firmada dos años después de la conclusión de la Segunda Guerra Mundial en su artículo noveno, donde se expresa la renuncia de Japón a la guerra y al uso de la fuerza. Akihito, por su parte, mostró su esperanza «de que el horror de las contiendas bélicas no se repita jamás». Por ello, primer ministro y emperador evitaron acudir al polémico templo sintoísta de Yasukuni, donde todavía muchos nostálgicos del esplendor pasado -unos 100.000, ayer- honran incluso a catorce notorios criminales de guerra ejecutados tras el enfrentamiento como el ex primer ministro Hideki Tojo.