Editorial

Tres años de crisis

Lo deseable es que este trance sirva al menos para modernizar nuestra economía

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Soros escribió en 'El nuevo paradigma de los mercados financieros' que «el estallido de la crisis puede fijarse en agosto de 2007, cuando los bancos centrales tuvieron que intervenir para proporcionar liquidez al sistema bancario». En realidad, los Estados Unidos, epicentro del problema, ya renqueaban a causa de una crisis crediticia e hipotecaria que afectó a la burbuja inmobiliaria, pero fue la revelación de las 'hipotecas basura' la que detonó el estallido. En septiembre, se produjo la bancarrota de diversas entidades financieras, las hipotecarias Freddie Mac y Fannie Mae, el banco Lehman Brothers. En España, la crisis llegó con cierto retraso pero a partir de 2008 se cebó primero en el sector inmobiliario, envuelto también en una gigantesca burbuja; se contagió al resto del tejido económico y provocó la quiebra de numerosas empresas y un desempleo que ha alcanzado el 20%. La obstinación de Rodríguez Zapatero por negar la envergadura del problema que se abatía sobre nosotros fue inaudita, a pesar de que el desconcierto fue general en toda Europa. En un primer momento, el Ejecutivo intentó aplicar medidas keynesianas -inversión pública de choque- para paliar la caída de la actividad, pero fue inútil y el déficit se disparó en 2009 a más del 12% del PIB. Cuando se vio que la solución estribaba en aplicar profundas reformas estructurales para conseguir competitividad era ya tarde y el país se había sumido en un profundo pozo, que hizo temer incluso por su solvencia internacional. Finalmente, la UE, que tuvo que rescatar a Grecia, impuso un durísimo ajuste a todos los países que habrá de asegurar la convergencia nuevamente en 2013. En España, el cambio de modelo de crecimiento nos llevará más tiempo y es previsible un lento y doloroso desenlace. Infortunadamente, nuestras fuerzas políticas no han sido capaces de aliarse contra la crisis, lo que hubiera facilitado la adopción de medidas más radicales. Lo deseable es que este trance que aún no hemos superado sirva al menos para producir una modernización integral de nuestra economía. Este debería ser hoy el objetivo.