EL PUENTE QUE NOS SEPARA
La reanudación de las obras del nuevo acceso a la Bahía es fruto de la aplicación de la lógica y el sentido común, otra cosa es el debate político. La reprogramación implicaba un sobrecoste
Actualizado: GuardarEl futuro del segundo puente de Cádiz ha quedado despejado esta semana después de que el ministro de Fomento, José Blanco, confirmara su salvación de los recortes presupuestarios. Por primera vez en tres meses, los mismos que lleva la obra parada, el ministro ha sido claro y no ha ejercido de gallego en este asunto. Hasta ahora, Blanco ha jugado con las palabras, ha marcado los tiempos a su antojo, ha regateado con evasivas cualquier pregunta incómoda sobre los plazos de terminación de la obra y, sobre todo, ha dejado que otros, caso de José Antonio Griñán y Luis Pizarro, se mojaran sobre la culminación del proyecto. Este periodo de incertidumbre, en el que la empresa constructora, Dragados, ha mantenido un molesto silencio, ha servido para reflexionar y ajustar cuentas. Al Gobierno de la Nación se le pueden reprochar los bandazos que pega en temas tan sensibles como la crisis y la algarada que provocó su anuncio de recortes en infraestructuras, que detalló un mes más tarde. Demasiado tiempo jugando al escondite y generando incertidumbres. Sin embargo, ese periodo ha servido a José Blanco para aplicar la lógica y el sentido común en este entuerto. No era de recibo que una obra que está al 60% de su ejecución, como es el segundo puente de Cádiz, y con más de 120 millones de euros enterrados en sus 37 pilares se frenara en seco por el ajuste presupuestario de todas las inversiones en infraestructura. La paralización del puente o la reprogramación de la obra significaba para el Gobierno un sobrecoste adicional. Esta es una de las razones de peso, junto con la importancia de la obra para la celebración del Bicentenario de 2012, la que ha llevado personalmente a Blanco a recapacitar e indultar definitivamente al segundo puente de los recortes. El próximo 24 de agosto visitará Cádiz y explicará los detalles de la financiación y la reactivación de las obras.
El puente, que sirve para unir la Bahía, se ha convertido con el paso del tiempo en un arma arrojadiza que nos separa. Fomento ha dado marcha atrás en sus planes, pero queda ahora en el ambiente, creo que siempre ha estado, un perfume de guerra política por ver quién es el que se arroga la medalla de su puesta en marcha y construcción. Los gaditanos quieren cruzar por el puente de La Pepa -vaya un nombre para un repertorio de chistes malos- cuanto antes, sin más parones. Ahora lo que toca es arrimar el hombro y recuperar el tiempo perdido para que el puente esté acabado dentro de plazo. La alcaldesa de Cádiz, Teófila Martínez, puede seguir recogiendo firmas para que el puente se abra en 2012, pero la alcaldesa debe preguntarse por qué esta iniciativa que ella misma abandera con tanto empeño y que ha generado tanta confrontación no ha salido de la sociedad gaditana. Se echa en falta en un asunto tan nuestro como es la culminación del puente una movilización ciudadana propia, sin órdenes políticas, que lidere con fuerza la terminación de una obra, clave para el desarrollo de la Bahía. Si el Manifiesto en favor del puente hubiera partido de las asociaciones vecinales y de los empresarios, por ejemplo, no estaríamos ahora asistiendo a esa ceremonia de reproches entre PSOE y PP. La terminación del puente en 2012 no es un problema técnico sino económico. La obra está perfectamente programada en el tiempo. Hay que recordar que llevaba cuatro meses de adelanto antes de que Dragados la paralizara en junio. Blanco tiene que poner el dinero sobre la mesa y garantizar los pagos. Entonces sí que estará en marzo de 2012.