Miembros de la orden de Orange recorren las calles de Derry ante la atenta mirada de un policia. :: AFP
MUNDO

Ulster planta cara a los disidentes

Republicanos y unionistas rechazan sin fisuras la creciente amenaza terrorista de las escisiones del IRA

LONDRES. Actualizado: Guardar
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La violenta historia de Irlanda del Norte ha retornado este verano a la región en una cadena de atentados con bomba, disturbios callejeros y protestas de presos republicanos. El diálogo con grupúsculos escindidos del IRA, que amenazan el progreso político, también es motivo de polémica. Pero el Ulster autonómico surgido del proceso de paz, con su Gobierno compartido por antiguos enemigos, los unionistas del UUP y los republicanos de Sinn Fein, se mantiene unido frente a la violencia.

«Los disidentes no hundirán las instituciones, pero tampoco desaparecerán de Ulster. Tienen más confianza y son potencialmente capaces de cometer otro Omagh», explica Martyn Frampton, profesor del Queen Mary College de la Universidad de Londres y autor de un libro sobre la disidencia republicana, 'Legion of the Rearguard' (Legión de la retaguardia), que se publicará en octubre.

El académico coincide con el jefe de la Policía de Irlanda del Norte, Matt Bagott, quien advirtió días atrás que los autores de una serie de recientes atentados frustrados son «los mismos o tienen la misma mentalidad» que los terroristas que mataron a 29 personas, incluidos dos españoles, en Omagh el 15 de agosto de 1998. El IRA Auténtico, autor de la matanza, sigue activo doce años después. También han retomado las armas Oglaigh na hEireann (Voluntarios de Irlanda) y el IRA de Continuidad. El radio de sus atentados con bomba -tres en una semana que por fortuna o error técnico no llegaron a explotar- se ha extendido a ciudades consideradas a salvo del terror. Apuntan en particular a policías católicos, comisarías y soldados británicos.

«Las deserciones de veteranos del IRA unido a una relativa pérdida de autoridad de Gerry Adams y su generación en Sinn Fein han contribuido al recrudecimiento de la violencia», señala el historiador Paul Bew, asesor del líder unionista David Trimble en las negociaciones del Acuerdo de Viernes Santo, de 1998, pilar del proceso de paz. En los disturbios en un barrio nacionalista de Belfast, el pasado julio, un joven encapuchado se enfrentó con un histórico del IRA, Bobby Story, que le acusaba de traicionar la causa republicana. Fue un reto osado que, según resalta Frampton, «nunca hubiera sucedido cinco años atrás».

Con Martin McGuinness en el autogobierno, Sinn Fein se ha desplazado hacia el centro, dejando atrás un núcleo de simpatizantes que ahora escuchan a los disidentes. «Es una minoría de republicanos tradicionales, en torno a los 50 años de edad, que se han dado cuenta de que el proyecto de Sinn Fein no ha logrado la unidad de Irlanda. A ellos se adhieren adolescentes de las barriadas nacionalistas donde no han llegado los frutos económicos del proceso de paz», explica el profesor de Queen Mary.

La disidencia está ganando adeptos a su táctica militar por unificar la isla de Irlanda pero sigue en una posición de debilidad, sin conseguir dentar el apoyo de los unionistas al autogobierno. Gerry Kelly, de Sinn Fein, los describe como «microgrupos sin una estrategia política». «Yo luché con el IRA y estuve en prisión. Pero si hay una ruta alternativa para conseguir el objetivo, como actualmente la hay, uno tiene la obligación moral y política de seguir dicha ruta». Este el mensaje que Sinn Fein quiere inculcar en sus antiguos compañeros de armas en la oferta de diálogo lanzada por Adams esta semana. Las conversaciones no se limitan al bando republicano porque, según ha afirmado McGuinness, los Gobiernos de Londres y Dublín tienen abiertas líneas de comunicación con los violentos.