Ciudadanos

Una vueltecita de gañote

LA VOZ constata que el gaditano es generoso y ofrece de su menú hasta en tiempos díficiles

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Hospitalario, simpático, generoso. La fama precede al gaditano: «¡Qué buena gente son!», «¡qué arte tienen!» o «¡qué graciosos!». Los turistas se van encantados. Pero una cosa es acompañar a su destino a uno de Puertas de Tierra para afuera y otra es que se invite a comer y más aún en los tiempos que corren. Una cervecita es asequible, un montadito, puede caer. ¿Y una cena? LA VOZ quiso anoche poner a prueba hasta dónde podría llegar la generosidad del gaditano. Y la verdad es que la cosa no fue nada mal. Los pocos que anoche se animaron a encender las brasas del Trofeo en la playa se estiraron. Tanto como convidar a una cena de gañote, por 0 euros de inversión. Toda una proeza en tiempos de crisis.

Aunque para que hazañas como las de anoche funcionen hay que trabajárselas con esmero. Y para ello, nada mejor que seguir unos pasos. Como el que se prepara para una penitencia, lo mejor es aguantar sin almuerzo para coger la noche con ganas.

Tras este paso previo, la cuestión se centra en encontrar una buena presa. En el caso de las barbacoas, las señas eran claras: Familia grande con buenas provisiones -nevera, barbacoa, exceso de equipaje en forma de 'tupper', sombrilla y sábanas-. Éxito garantizado para abrir boca. Las 'bebecoas', mejor para el final de la noche.

No es requisito imprescindible, pero ayuda, conocer a la víctima. Aunque sea de vista. Francisco Navarro no era conocido, pero cumplía todos los requisitos. Llegó a la playa a las 12 de la mañana hasta arriba de equipaje. Lo suficiente como para dar de comer a más de seis personas de la familia. Tienen comida de sobra y encima es encantador. Al poco cae el «chiquillo tómate algo». Tortilla, patatas aliñadas y filetes empanados en la primera parada. «Todo frío porque cada vez es más difícil hacer las barbacoas. Este año como toca trabajar, a las 12 de la noche nos iremos». Primer objetivo cumplido. La noche pinta bien.

Siguiendo el tantra del perfecto gorrón. La siguiente escala es clara. El olfato la delata: Aroma a pinchito y hamburguesas. El fuego ya está encendido, algo puede caer. «La hemos prendido prontito porque hay que darle de cenar a los niños», explicaba ayer Manuel Braza. A ellos, a otras diez personas y a ver si cae para alguien más. Por si acaso, lo mejor es colocarse cerca de las brasas y del jefe de cocina, el propio Braza. Allí los pinchitos están a punto de salir del fuego y uno va para el gorrón. «¿Quieres una Coca-Cola o una cerveza?», ofrece Braza. Menos mal... por fin llega la hora de remojar el gaznate.

Braza sigue con su faena mientras protesta de la «señora alcaldesa» por retrasar la cita al domingo. Pero una de las reglas básicas del que se mueve de gratis es no permanecer demasiado tiempo en un lugar. Quedan más universos por descubrir. Y el que se aproxima es de lujo. Manuel María «ejerce de patriarca y portavoz» como bromean los 13 familiares que le acompañan bajo las sombrillas. Allí, en la zona de Isecotel, la familia de Manuel apuesta por comida fría, «para aguantar hasta que amanezca». Ensaladilla, tortilla, pimientos y langostinos de Sanlúcar. «Todo de calidad y en cantidad porque somos muy espléndidos e invitamos al que quiera».

Así que mejor mantenerse cerca y mostrarse simpático porque aquí cae algo seguro. Manuel y su familia no se hacen esperar y animan a coger «algún langostino». Un tachón más en la lista del gorrón: Calidad por 0 euros conseguida. De todas formas, es importante no hacerle ascos a nada que puedan ofrecer. Siempre que haya hueco hay que aceptar porque los que van de gañote y encima son sibaritas no están bien vistos. Así que mejor aceptar el bocadillo de chorizo que ofrece con toda su buena fe Manuel Sánchez. Son 10 pero no pensaban quedarse «como desplante al Ayuntamiento por atrasar las barbacoas». Pero Sánchez y su gente finalmente reconsideraron su postura a eso de las 10 de la noche. Demasiado calor como para irse a casa. «Así que los he mandado a por la barbacoa y la comida que hubiera a casa. Lo único que te puedo ofrecer es un bocadillo». Qué se le va hacer. Siempre que sea gratis.

Hora del postre

Caen más invitaciones de pasada como «el secreto ibérico y el barril de cerveza a la vera del Atlántico», que ofrece Manuel Lanzarote. Como para no invitarse si su barbacoa a la vera de la pasarela del módulo 4 tiene que darle de comer a 20 personas y cuatro niños. Donde caben ellos entra uno más, aunque no pague. El recorrido del cementerio a la calle Neptuno se acaba pero el gorroneo aún no ha terminado. Ahora llega la segunda fase: El postre y las copas. Vuelta atrás ojo avizor. Y no tarda en llegar una buena porción de bizcocho de la barbacoa de Isabel López. A estas alturas de la noche, la cara de pena era fundamental para conseguir algo más. Tanto que ofrecen de todo. «Filete, costillas, carrillada, café o sangría, lo que quieras», recita Isabel con desparpajo. «Todo lo que sea para estar aquí pasándolo bien hasta que amanezca. Ahí es cuando los 20 que somos lo limpiamos todo y dejamos la playa más limpia de lo que estaba» puntualiza López.

El problema de ser un gorrón y de vivir de gañote es que es un vicio que engancha. Hay que seguir hasta que no se pueda más. Cae un mojito de Luis García pero la queimada de Rosa Ríos y José Pousada es irresistible. No es necesario insistir mucho para que caiga la invitación de esta barbacoa fría de mas de 20 gallegos y gaditanos. La noche está hecha. El gorrón se retira tras haber probado hasta un preparado de alcohol calentito. Lástima que nadie ofrezca sal de frutas para el día de hoy. Y eso ni el más despabilado se quita de pagarlo. Ni siquiera aunque lleve una libreta y una cámara de fotos...