El Camino también recorre la carretera de Nueva Jarilla. :: J. B.
Jerez

«Como no se duerme, no se puede visitar nada»

Francisco Dávila es uno de los primeros peregrinos en acometer la recuperada etapa que lleva desde Puerto Real hasta Jerez

JEREZ. Actualizado: Guardar
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Todavía son pocos los caminantes que se atreven a hacer los 24 kilómetros de sendero recuperado que van desde Puerto Real hasta Jerez. Uno de ellos es Francisco Dávila, policía local gaditano de 49 años que decidió lanzarse a seguir las flechas amarillas jerezanas ya en un par de ocasiones, aunque «por etapas sueltas».

«Este año ha sido cuando me he enterado de que pasaba por aquí el Camino». Fue en la iglesia de Santiago de su ciudad donde descubrió la existencia de algunas de las flechas pintadas, en este caso, sobre el suelo. Este policía tenía por entonces una dilatada experiencia previa en torno al Camino, desde que en 1999 abordó junto a cinco compañeros el trayecto Sanabrés desde Orense. Pero no relacionaba las pintadas con su proximidad a la iglesia santiaguera «hasta que una persona me dijo que las había pintado un señor mayor de Sevilla». Se trataba de un amigo del Camino.

Desde entonces, Francisco intenta encontrar los suficientes días libres para poder realizar su peregrinaje «desde casa, que es desde donde dicen que empieza». Pero no es ése el único impedimento con el que se encuentra: «El tema de los albergues está mal. Hasta que no se llega a Sevilla no hay ninguno», lamenta el caminante.

Turismo de caminantes

Es esta ausencia de albergues oficiales para peregrinos es una de las carencias con las que se topan los primigenios visitantes jubilares del tramo de la vía Augusta que pasa por Jerez. La única alternativa posible es la del albergue juvenil de Blas Infante que, aunque se encuentra muy cerca de la entrada por la glorieta de Cuatro Caminos, se aleja de los tres euros de precio que tienen las instalaciones oficiales para peregrinos dentro de la comunidad gallega.

El carácter turístico del Camino lo potencia el barrio jerezano con el que comparte nombre: «Las calles que llevan a la iglesia de Santiago tienen mucho encanto. Quizá sea lo más típico». Aunque, como dice Francisco, «también es mala suerte que precisamente la iglesia esté en obras». Y es que los propios prelados se extrañan al ver a los caminantes con maletas a su alrededor. «A mí me gusta que me sellen la credencial en la iglesia». Pero a las horas de llegada «estaban todas cerradas». Francisco, en sus experiencias previas, tuvo que desplazarse hasta la oficina de turismo. Esta falta de cultura del Camino se acentúa con la ausencia de albergues, algo opuesto a su atractivo turístico: «Como no se duerme, no hay oportunidad de visitar nada».

«La zona urbana está muy bien», asegura. «Pero en cuanto sales de Jerez...». Francisco tiene un recuerdo especialmente malo del transcurso de la etapa a la altura del puente del ferrocarril, en San José Obrero: «No sé si me equivoqué o no, pero las autoridades deberían hacer algo con ese puente. ¡No tiene arcén ninguno!». Al tratarse de uno de los primeros obstáculos tras la salida desde la iglesia de Santiago, el policía se encontró entonces en plena hora punta de la mañana: «Fue horroroso, de lo peorcito. Los coches se tenían que pasar al carril contrario». Pero no erró: «Ya cuando bajé volví a ver las flechas. Espero que con las obras que están haciendo por allí eso cambie».

Con el abandono de la provincia no cesan tampoco los problemas. «Acabé de fango hasta las rodillas», relata Francisco. Fue una de las veces que abordó el trayecto entre Guadalcacín y El Cuervo, tras las copiosas lluvias del pasado invierno. A la altura del área de servicio, tuvo «hasta que parar y meter la pierna debajo del grifo».