Sociedad

Ventura y Hermoso salen a hombros tras cortar dos orejas cada uno

Fermín Bohórquez se va de vacío del coso portuense tras tocarle en suerte el peor lote

EL PUERTO. Actualizado: Guardar
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Con las reiteradas notas de 'Mi Jaca' se cortó el viento de Levante en la Plaza de El Puerto durante más de diez minutos. El tiempo que los tres jinetes, sombrero en mano, y al público saludando a lomos de sus caballos ejecutaron una coreografía ecuestre de exacta geometría. Dilatado preámbulo común a estas corridas. Después se desarrollaría el festejo como también es habitual en estos tiempos. De los dos animales contendientes, sólo uno, el caballo, muestra el exigido dinamismo y movilidad, mientras el toro sólo hace las veces de contendiente inmóvil, de una diana fija a la que asaetear desde la cabalgadura con hierros toricidas. Función que, una vez más, cumplió a la perfección el descastado encierro de Bohórquez.

Templó Fermín Bohórquez la impetuosa salida inicial del toro y hasta prender con ortodoxia y buena presentación un único rejón. Con el budel aplomado y carente por completo de brío y agresividad, se prodigó Bohórquez en una muestra continuada de extensa doma para provocar las embestidas. Tras clavar, no sin esfuerzo, varias banderillas consiguió un rejonazo atravesado al tercer intento. Recibió al cuarto a porta gayolas, al que enceló con la dorada colade su bellísima 'Rubia' en veloz y acompasada carrera. Durante el tercio de banderillas el toro tendió a rajarse y a buscar la querencia de tablas, de suerte que los últimos rehiletes fueron clavados con el astado totalmente parado.

Con unos preciosos recortes inició su labor Hermoso que completó después con un lucido tercio de banderillas, donde abundó en el toreo a dos pistas y en el que alcanzó cotas sublimes de alta escuela ecuestre. Dejó llegar mucho al toro para prender banderillas al estribo. Gran esfuerzo hubo de realizar al quinto que manseó ya de salida cuya atracción siempre desplegó cansina y parsimoniosa.

Demostró Ventura recursos lidiadores para sacar a sus toros de la querencia y proliferó en adornos, apoyado sobre la testuz. Detalle que fue muy celebrado por el respetable. Con el excesivo castigo de dos rejones saludó el sevillano al que cerraba plaza. Tras la primera banderilla el toro se fue a tablas y se echó. Erguido de nuevo, ambos volvieron a lo suyo: el bóvido a permanecer inmóvil y el équido a corretear a su alrededor y, cuando la situación era propicia, prender desde la cabalgadura cuanto diversidad de hierros se prepara para la ocasión.