Uno de los siete inmigrantes de origen subsahariano interceptados frente a las costas de Tarifa en una lancah inflable. :: A. CARRASCO RAGEL.
Ciudadanos

El buen tiempo reaviva la llegada masiva de pateras de juguete

Rescatan en un solo día a 11 personas que cruzaban el Estrecho a remo, y a otras cinco que trataban de llegar a nado hasta Ceuta

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Ateridos de frío, desesperados y muertos de hambre y sed, tres inmigrantes de origen magrebí llegaban ayer en una lancha de juguete, remando, a las costas gaditanas en uno de sus extremos más al sur, en Algeciras. Horas antes, Salvamento Marítimo había rescatado a otros siete que no llegaron a tocar tierra, pero sí salvaron sus vidas al ser interceptados a pocos kilómetros de Tarifa.

Diez inmigrantes en un solo día. Y sin embargo, parecen tan pocos, comparados con las pateras que llegaban con treinta, cuarenta y hasta cincuenta personas hacinadas en siete metros de eslora y que acaparaban los titulares hasta hace poco.

Pero es que, precisamente, es ese uno de los objetivos de los que se juegan la vida a bordo de una lancha de plástico inflable: pasar desapercibidos. Una barquita de plástico, empujada a remo, apenas llama la atención de las patrulleras y puede despistar con más facilidad, con su avance lento y llevado por las olas, ante las cámaras del Sistema Integral de Vigilancia Exterior (SIVE) que desde hace años rastrean la costa en busca de veloces lanchas semirrígidas. Aunque con ello, también sean más difíciles de detectar cuando de rescatarlas se trata.

Quizá por eso en los últimos meses, las antiguas lanchas de madera y las zodiacs a motor han dado paso a una auténtica avalancha, en forma de goteo, de embarcaciones de juguete que aprovechan el buen tiempo para intentar alcanzar la costa.

Cada dos o tres jornadas, a veces de uno día para otro, Salvamento Marítimo o la Guardia Civil reciben el aviso de un mercante o un barco de recreo que, por casualidad, casi las atropellan en mitad del mar o las divisan como un pequeño punto en el horizonte.

60 náufragos en un mes

De hecho, esta última semana (contando las de ayer) han sido ocho las embarcaciones de este tipo rescatadas ante el litoral de la provincia o en las cercanas costas de Ceuta. Si nos remontamos poco más atrás, menos de un mes, el número de barcas supera la veintena, y el de náufragos casi alcanza las 60 personas: en definitiva, más de las que caben en una de las clásicas pateras.

En la elección de estos medios, por supuesto, también tiene mucho que ver la economía, ya que una plaza en una patera puede superar los 1.400 euros por persona, sin garantía de alcanzar España con éxito, ni siquiera de sobrevivir. En cambio, las lanchas de juguete no dependen de mafias, ni hay que esperar hasta que el número de 'viajeros' sea suficiente para resultar rentable. Con tres personas basta, aunque en algunos casos, como ayer, llegan a incorporarse hasta siete compañeros de travesía. Cuantos más personas, más barato.

El colmo de estos viajes a menor coste tuvo lugar también ayer en las costas de Ceuta, donde los voluntarios de Cruz Roja atendieron a tres jóvenes subsaharianos que ni siquiera utilizaron una lancha: cruzaron a nado la frontera marroquí y la española, hasta la playa ceutí del Tarajal. La misma temeridad la realizaban otros dos jóvenes argelinos, en otro punto de la ciudad ceutí.

Las 'clásicas' aún llegan

A pesar de la avalancha de las lanchas de juguete, las grandes barcazas cargadas de personas no han dejado de utilizarse. De hecho, la última, con 50 personas a bordo, llegó a Tarifa hace apenas diez días (el pasado 16 de julio), y la anterior, también con diez días de diferencia (el 7 de julio). «Las mafias han descubierto que el tráfico de droga es más barato y es menos peligroso que el de personas, porque desde un punto de vista penal, el narcotráfico está menos castigado», explica Diego Boza, de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, que coincide en destacar el hecho de que los inmigrantes «usan cada vez medios más precarios y más peligrosos; es dantesco que piensen que pueden cruzar así». Pero más que las olas, les empuja la necesidad.