China suaviza el control mediático
Los informadores se rebelan frente a los desmanes y fuerzan al Gobierno a permitir la difusión de corruptelas en cargos públicos
SHANGHAI. Actualizado: GuardarA Qiu Ziming la Policía china le ha dado caza durante una larga semana. El día 23 de julio se ordenó su búsqueda y captura en la provincia oriental de Zhejiang, y Qiu tuvo que esconderse, temeroso de dar con sus huesos en la cárcel para una larga temporada. Por si acaso, consciente de los métodos mafiosos con los que actúan en demasiadas ocasiones autoridades locales y empresarios, se llevó consigo a la familia.
No había matado, ni robado, ni cometido algún otro delito. Ni siquiera se había pronunciado contra el régimen del Partido Comunista. Su crimen era el de dejar al descubierto uno cometido por otro, y estaba impreso en varios artículos en los que desmenuzaba los tejemanejes corruptos del proceso de privatización de una empresa papelera que cotiza en la bolsa de Shenzhen, al sur de China.
Todo lo que el periodista Qiu escribió en el 'Economic Observer', un diario económico de difusión local, está sustentado en multitud de pruebas que los editores dieron por buenas antes de publicar los textos. No obstante, la Policía decidió su arresto por oscuras razones que se adivinan pero que no han sido esclarecidas. Oficialmente, Qiu tenía que dar cuentas por «dañar la reputación de una empresa», un cargo que colmó la paciencia del rotativo chino.
En cualquier otra situación, Qiu habría desaparecido hasta que le dieran captura, si no para siempre. Pero China cambia a la velocidad de la luz, y el 'Economic Observer' decidió que era hora de dar la cara por el periodista que había investigado a fondo el asunto para dar lustre a sus páginas. «Se amenaza o se ofrecen sobornos a los periodistas de forma repetida», se denuncia en su nota, y personas cercanas a Qiu reconocen que la empresa ofreció miles de dólares, tanto al informador como al periódico, para que no se publicara la historia. Pero ambos prefirieron dar a conocer la verdad.
A través de microblogs al estilo de Twitter, la noticia de la orden de arresto contra Qiu corrió como la pólvora. El estallido en el ciberespacio fue tal que las propias autoridades tuvieron que dar marcha atrás el pasado domingo. No sólo retiraron el nombre de Qiu de su lista negra, también hicieron algo inédito: pedir perdón. Los altos cargos de la ciudad de Lishui, de la que partió la orden de arresto, consideran ahora que ésta no se sustentaba en una base legal sólida. Caso cerrado.
No para los medios de comunicación. La victoria del 'Economic Observer' ha provocado una avalancha de críticas hacia la actitud de la Policía en la prensa china, que nada tiene que ver con la de hace sólo un lustro. La liberalización del mercado ha permitido el nacimiento del periodismo de investigación, cuya máxima expresión se da en semanarios como 'Caixin' o 'Nanfang Zhuomo'. Sus reportajes dejan al descubierto tramas de corrupción, mafias urbanísticas y delitos medioambientales, y son una de las principales razones por las que Pekín actúa con mucha mayor transparencia. Los únicos tabúes son el régimen del Partido Comunista y los asuntos que tengan entidad suficiente como para desestabilizar el país, aunque tampoco faltan las tramas que acaban salpicando a miembros del Gobierno que terminan entre rejas.
Palizas habituales
Obviamente, este nuevo rol que juega el 'cuarto poder' resulta molesto en un país acostumbrado a la opacidad y que Reporteros Sin Fronteras todavía califica como «depredador de la libertad de prensa». Así, no es de extrañar que los periodistas sean víctima habitual de palizas. La diferencia es que, ahora, sus casos salen a la luz.
El último se vivió el pasado viernes, cuando cuatro matones, presuntamente a sueldo de la compañía de champú BaWang, se presentaron en las oficinas del 'National Business Daily' y la emprendieron a puñetazos con el editor y varios periodistas que habían redactado las informaciones en las que se denunciaban altos niveles de sustancias tóxicas en algunos productos de BaWang, un hecho que ha provocado una investigación por parte de las autoridades.
En cualquier caso, la violencia ya no queda impune. Los responsables han sido detenidos y el periódico ha anunciado varias medidas inéditas en China, destinadas a proteger la integridad de sus trabajadores. Una de ellas supone la creación, junto con otros medios de comunicación, de un Comité de Periodistas que vele también por los derechos de los profesionales, todo un acto de rebeldía en un país cuyo Gobierno ostentaba hasta hace poco el monopolio de la información. Por si fuera poco, la Administración General de Prensa y Publicaciones está de su parte: «Daremos nuestro apoyo a todos los periodistas que cumplan su papel como elemento de control».