Welcome, Mrs. Obama
Algunos, cuando se disuelva la espuma, van a tardar en reponerse de las hemerotecas sonrojantes
Actualizado: GuardarEn qué momento se jodió Marbella, Zavalita?, pudo haberse preguntado Mario Vargas Llosa si en lugar del diálogo peruano en el bar La Catedral hubiese publicado su Conversación en La Buchinger, esa clínica donde cada año se recluye tres semanas para ayunar con una dieta mineral viendo África silueteada sobre el viejo mar de los fenicios.
No hay una respuesta simple en el laberinto de la memoria turbia, quizá cuando los jeques financiaron con petrodólares la ceguera de la ética pública, o en la Transición cuando aquellos alcaldes de izquierda no entendieron la riqueza colectiva de preservar ese biotopo exquisito, cuando Gil ganó las elecciones para instaurar una cleptocracia desde la piscina de las mamachichos, cuando el pueblo le dio mayoría tras mayoría cautivado por los cantos de sirena del populismo, cuando el periodismo amarillo se cebó con la caricaturización del circo de las petardas, cuando los herederos del GIL apuraron el saqueo ante el vértigo de la cuenta atrás...
Seguramente todo suma sobre el epicentro negro del 'gilismo'. Así que Marbella va a agradecer el blanqueo de Mrs. Obama, una visita para rescatar su genealogía ilustre desde Rainiero y Grace Kelly o los duques de Windsor. Desde luego es ingenuo pensar que Obama por sí sola va a enterrar el gilismo; pero también era ingenuo pensar que Gil podía por sí solo enterrar Marbella. El problema de los paraísos es que allí ocurre siempre el pecado original.
Una pancarta ha proclamado estos días 'Welcome Obama Family'. No hacía falta para diagnosticar el síndrome de 'Bienvenido Mr Marshall'. El providencialismo ilusorio y ridículo se ha instalado entre políticos ventajistas que buscan impúdicamente su tajada o se disputan el honor del suelo que pisará La Emperatriz. No será extraño si al final Arenas y la alcaldesa encabezan una procesión, como Pepe Isbert y Lolita Sevilla en Villar del Río, cantando aquello de «Los yanquis han venío, olé salero, con mil regalos, y a las niñas bonitas van a obsequiarlas con aeroplanos.».
Algunos, cuando se disuelva la euforia como un azucarillo, van a tardar en reponerse de las hemerotecas sonrojantes. Y quizá ya entenderán 'cuándo se jodió Marbella, Zavalita', no con el ladrillo sucio o la demagogia a destajo o los sicarios destripaterrones o unos juzgados excesivos incluso para The Wire, sino con la inoculación arrolladora de genes horteras.
Marbella era un edén engolfado pero exquisito aun con 'los choris' en su ADN, y ahora está atrapada en los estereotipos esperpénticos acuñados desde Madrid. Con todo, aún es Marbella. Y quizá Michelle Obama no lo sabrá nunca, pero un lugar ha de ser realmente extraordinario para haber soportado todo esto y continuar siendo un lugar realmente extraordinario.