Muere Cecchi d'Amico, la guionista del mejor cine italiano
La autora de 'Ladrón de bicicletas', 'Roma, ciudad abierta' y 'El Gatopardo' falleció ayer en Roma a los 96 años
Actualizado: GuardarSu nombre toscano la llevó a ser tratada de hombre en las enciclopedias. Suso Cecchi d'Amico, fallecida ayer en su Roma natal a los 96 años, era la guionista del mejor cine italiano de todos los tiempos. Escribió obras maestras como 'Ladrón de bicicletas', 'Roma, ciudad abierta', 'Rocco y sus hermanos' y 'El Gatopardo'. Colaboradora fiel de Visconti, Rossellini y De Sica, defendía que los guionistas italianos fueron los primeros novelistas que tuvo el país: «Fuimos nosotros, la gente del cine, quienes descubrimos a los literatos cómo y dónde encontrar historias y la manera en que debían contarse».
Hija del escritor Emilio Cecchi, creció en un medio burgués y se educó en la cultura inglesa y francesa por expreso deseo de su padre. Su espíritu rebelde y antifascista pronto se impuso en un universo masculino como eran los estudios de Cinecittá. Los medios italianos destacan en sus necrológicas la «feminidad discreta e intransigente» de Cecchi d'Amico, que tomó su segundo apellido del experto musical Fedele d'Amico, con quien tuvo tres hijos.
Amiga de escritores como Alberto Moravia y de actrices míticas como Anna Magnani, la guionista de 'Senso' se consideraba «una artesana que se adaptaba a las exigencias de cada director». Comenzó a mediados de los años 40 escribiendo para Renato Castellani 'Mi hijo profesor'. El contacto con Cesare Zavattini y su libreto para la fundacional 'Ladrón de bicicletas' la llevó a trabajar con los más grandes directores italianos, en especial con Luchino Visconti, para quien escribió casi toda su filmografía: 'El Gatopardo', 'Senso', 'Rocco y sus hermanos', 'Bellissima', 'El extranjero', 'Ludwig', 'El inocente'.... Se nutría de las informaciones de los periódicos y no dudaba en conocer los ambientes que después reflejarían sus guiones, como en 'Rocco y sus hermanos', que nació de una estancia en Milán para descubrir cómo vivían los emigrantes.
«Fuimos nosotros, con el invento del neorrealismo, quienes cambiamos la manera de escribir para el cine», defendía. «Disponíamos de unos medios muy precarios que no permitían la especialización. Podíamos hacer un cine pobre, rodado en la calle, sin actores y sin recursos ni estudios. Los resultados fueron tan buenos que los americanos decidieron imitarnos». El León de Oro honorífico de Venecia recompensó en 1994 a un nombre esencial del cine italiano.