Sociedad

CANTE Y COPLA EMPATAN EN EL BALUARTE

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Notable ausencia de aficionados al flamenco en el Jueves de esta semana. El bien intencionado experimento de unir el flamenco y la copla tuvo el resultado inevitable de dividir al respetable. Había un público abundante y efusivo en todo momento, pero también un cambio de personal en el descanso cuando llegaron los forofos de la copla, y se marcharon aquellos flamencos a los que no les importó ver sólo la primera parte.

Artistas excelentes todos, no se equivoquen, pero si bien es cierto que ambos géneros pueden gustar al mismo individuo, no por eso guardan similitud más allá del dejillo andaluz y los volantes. La copla es seda y miel, armonizada y perfecta, la más exquisita expresión del alma poética de Andalucía. El flamenco es retama y aceituna amarga, terrenal e instintivo, la pena asumida, llevada con dignidad y convertida en energía.

Entonces, he aquí dos crónicas. En la primera parte actuaron dos cantaores locales, sin que ese calificativo sea motivo de menosprecio. Al contrario. Ha sido un auténtico placer descubrir a estos dos veteranos jóvenes, y valga la aparente contradicción, porque tienen tablas como para construir un par de casas, y nuevamente celebramos el discreto y paulatino renacimiento del cante en esta, su más importante cuna.

Manuel Gago, con el excelente sevillano Eugenio Iglesias a la guitarra, abrió por alegrías con la sutileza de los antiguos, sin gritos ni excesos. Por siguiriya aplicó un decir contemporáneo al cante añejo y la emotiva respuesta del público a una selección de fandangos delató el gusto de la mayoría en esta velada híbrida, antes del cierre por bulerías.

Los momentos más flamencamente disfrutables de la noche fueron proporcionados por la Pitu, con Juan Ramón Ortega a la guitarra. La señora exhibió sus conocimientos mediante unas expresivas malagueñas, y tonás ajustadas al compás de soleá. La Pitu habla con soltura antes de interpretar tientos tangos acancionados, y el público le pertenece. Alegrías en toda regla, bulerías personalizadas y un bis de fandangos deja a los presentes en pie y jaleando. Si algo positivo aporta la crisis económica, es el efecto que ha tenido de impulsar a la superficie a artistas como esta cantaora que se merecen mayor atención.

Cambio de chip. La llegada de numerosas personas seguidoras de la copla ambienta el recinto para Alejandra Rodríguez, flamante ganadora de 'Se llama copla', con Ángel Morilla al piano. La señora que dice ser gran admiradora de Rocío Jurado, luce un repertorio más cercano a la obra de Rafael Farina, y arranca con el clásico 'Vino amargo'. Alejandra también prestó su bellísima voz a la 'Salvaora' de Caracol, 'Ay mi perro', 'En las cruces de mi reja' y 'Romance de Juan Osuna' antes de cambiar de vestuario para lucir pantalón ajustado y blusa de chorreras, evocando a Valderrama con 'El emigrante' además de 'Tengo miedo', 'Que no daría yo', 'Campanas de Linares' e incluso una pincelada de fandangos.

Se echó de menos el baile, pero el balance de la noche fue positivo: a veces dos y dos no son cuatro, sino veintidós.